Crítica de cine por Álvaro Inostroza Bidart.
Hay historias reales tremendamente épicas, que se prestan de maravillas para ser llevadas al cine; siempre y cuando el director sepa equilibrar emoción, suspenso y sepa narrar utilizando todas las posibilidades que le da el lenguaje cinematográfico.
Es el caso de “Contra lo Imposible” (2019), cinta dirigida y producida por el cineasta estadounidense James Mangold; que relata la historia del piloto de autos Ken Mile (Christian Bale) y del constructor de vehículos de carrera Carroll Shelby (Mat Damon), los que además fueron grandes amigos. El filme cuenta un episodio fundamental en la historia del automovilismo: cuando la Ford fue capaz, en 1966, de quitarle la supremacía a Ferrari en la mítica carrera “Las 24 Horas de Le Mans”, que se corre en Francia.
Mangold, de 55 años, había dirigido anteriormente diez largometrajes; entre los que destacan “Inocencia Interrumpida” (1999), “Identidad” (2003), “Johnny y June” (2005), “3:10 a Yuma” (2007), “Wolverine: Inmortal” (2013) y “Logan” (2017); por el buen manejo de la narración cinematográfica y el apropiado desarrollo de los personajes.
En “Contra lo Imposible” repite estas mismas virtudes. Resulta entretenido y emocionante ver cómo el gerente de marketing de Ford, el famoso Lee Iacocca (Jon Bernthal) convence a Henry Ford II (Tracy Letts) y al vicepresidente de la firma, Leo Beebe (Josh Lucas); de que la empresa debe construir autos de carrera para destronar a Ferrari y a su mítico dueño, Enzo Ferrari (Remo Girone), de ser los amos indiscutidos de las competencias y especialmente de Le Mans; y de este modo posicionarse como marca, entre los jóvenes amantes de los automóviles deportivos.
Tras esto, recurrirán a Shelby, ex piloto y famoso fabricante de vehículos de carrera; quien impondrá a su amigo Miles, bastante díscolo y problemático, para ser el conductor del nuevo modelo y competir en Le Mans, con el apoyo irrestricto de su esposa Molly (Catriona Balfe) y de su hijo Peter (Noah Jupe), que saben que conducir a gran velocidad para Miles es un acto que lo hace inmensamente feliz y que roza lo metafísico. De hecho, uno de los momentos más emocionantes del filme es cuando Miles describe lo que siente al llegar a las siete mil revoluciones por minuto; en que señala que el vehículo se desvanece y sólo queda el conductor, que se mueve más allá del tiempo y del espacio.