Por Álvaro Inostroza Bidart.
Hay dos temas fundamentales del cine moderno de autor que están presentes en este interesante estreno: el poder y su directa relación con el delito, generalmente encubierto; y el funcionamiento de la mente, siempre asociada a la creatividad y a la conciencia individual y social.
Estos están presentes en “Huérfanos de Brooklyn” (2019), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Edward Norton y basada en la novela del mismo nombre del escritor contemporáneo JonathanLethem (1999), uno de los estrenos más interesantes de este año que se va.Norton, de 50 años, con una dilatada y reconocida carrera como actor, había dirigido anteriormente un solo largometraje: “Manteniendo la Fe” (2000), una simpática comedia romántica.
Pero en “Huérfanos de Brooklyn” sus ambiciones estéticas son mayores. Ambientada en Nueva York en los años ’50, narra la historia de un investigador privado, Lionel Essrog (un notable Edward Norton), que tiene el Síndrome de Tourette, trastorno del sistema nervioso que se caracteriza por movimientos repetitivos o sonidos no intencionales. En este caso, Lionel, aparte de los tics, combinaba los juegos de palabras con una memoria asombrosa; lo que no impedía su aislamiento y desadaptación, hasta que lo rescata el jefe de la oficina de investigación privada, Frank Minna (Bruce Willis), su gran amigo.
Lionel llevará adelante una investigación que involucra a la atractiva abogada Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw), al millonario Moses Randolph(Alec Baldwin) y a su hermano Paul (Willem Dafoe). El personaje de Moses está inspirado en Robert Moses, magnate inmobiliario que fue fundamental en el desarrollo de Manhattan en el siglo XX. Uno de los momentos más logrados del filme es cuando Lionel conversa con Moses al borde de una piscina y éste le da a conocer su visión de lo que es el poder y como hace insignificante y desechable a quien no lo tiene.
Otro de los elementos interesantes de la cinta es que Norton no esconde la base literaria de la misma; al contrario, la hace patente. Mediante una voz en off, Lionel va narrando, sin tics ni vacilaciones, no la historia, sino las disquisiciones de la conciencia del protagonista, dejando en claro su tremenda inteligencia y lucidez, que lo acercan a cualquier ser humano y especialmente a las personas distintas, como artistas o pensadores.