Por Álvaro Inostroza Bidart.
Hay cintas que ayudan a entender el mundo y su funcionamiento; lo cual se valora profundamente, ya que son filmes que se van digiriendo lentamente, como un bolo que hay masticar con paciencia, para que vayan saliendo sus jugos y sabores.
Eso ocurre con “Los dos Papas” (2019), cinta dirigida por el cineasta brasilero Fernando Meirelles; y que está basada en la relación de amistad que establecieron los Papas Benedicto XVI (un notable Anthony Hopkins) y Francisco I (un no menos acertado Jonathan Pryce), cuando el primero comenzó a pensar en la renuncia y el segundo en dejar de ser el Arzobispo de Buenos Aires, lo que los llevó a reunirse en el Vaticano varias veces y a tener conversaciones maravillosas.
Meirelles, de 64 años, había dirigido anteriormente ocho largometrajes, entre los que se destacan “Ciudad de Dios” (2002) y “El Jardinero Fiel” (2005). “Los Dos Papas” está al nivel de ambas, con una narración de gran factura y riqueza; y el desarrollo de personajes protagónicos a gran nivel.
La cinta comienza con la llegada de los cardenales de todo el mundo para la elección de Joseph Ratzinger como el Papa Benedicto, oportunidad en que Jorge Bergoglio, el futuro Papa Francisco, ya obtuvo una importante votación. La narración va mezclando etapas de juventud de Bergoglio (Juan Minujin), cuando abandona a su novia para ser sacerdote y todo el proceso como jesuita, incluyendo la dictadura argentina, etapa en que desarrolló un importante rol político, que lo llevó a entrevistarse más de una vez con el almirante Massera (Joselo Bella), para intentar la liberación de dos sacerdotes de su congregación, los padres Yorio (Germán de Silva) y Yalics (Lisandro Fiks); y a revelar la infiltración del tristemente célebre Capitán Astiz (Luis Huerga) en las Madres de Mayo. También aparece su amistad con el cardenal brasilero Hummes (Luis Gnecco), quien le dijera “No olvides a los pobres” cuando fue elegido Papa.
Pero no sólo Francisco es retratado en toda su dimensión humana y política, sino que también Benedicto se ve enriquecido notablemente después de la cinta. Esto porque nos muestra a un papa consciente de sus limitaciones emocionales, a pesar de su vasta erudición e inteligencia; y su tremenda visión para darse cuenta de que Bergoglio sería el cardenal apropiado para llevar a cabo la indispensable reforma en la Iglesia católica.