Por Álvaro Inostroza Bidart.
Las clases sociales tienen relaciones de interdependencia y generalmente conviven en paz, hasta que un hecho inesperado y fortuito rompe esa frágil armonía; y se puede producir una tragedia o un estallido social. Lo habitual es que las clases altas son las generadoras de riqueza y empleo; y las bajas trabajan para aquellas o están subordinadas jerárquicamente en las empresas privadas o en las instituciones del Estado.
Esta verdad sociológica está magistralmente llevada al lenguaje cinematográfico en “Parásitos” (2019), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta de Corea del Sur Bong Joon-ho; quien visualiza esta premisa a través de la relación de dos familias: los acaudalados Park, que viven en la zona alta de la ciudad, en una mansión de estilo moderno; y los Kim, que viven hacinados en la parte baja de la urbe, y a mayor abundamiento en un sótano, al fondo de un callejón, que los borrachos utilizan como urinario.
Joon-ho, de 50 años, había dirigido anteriormente seis largometrajes: “Perros que Ladran No Muerden” (2000), “Memorias de un Asesino” (2003), “El Anfitrión” (2006), “Madre” (2009), “Perforador de Nieve” (2013) y “Okja” (2017), esta última estrenada a través de Netflix. Su cine se destaca por la crítica social y el humor negro, planteando problemáticas que se pueden extrapolar a todas las sociedades contemporáneas.
En “Parásitos”, estas características de su cine son llevadas a la máxima expresión. En un principio la relación entre ambas familias es aparentemente armónica, como ocurre con las clases sociales en las democracias que no solucionan las desigualdades profundas. Todo comienza cuando el joven Kim Ki-woo comienza a hacer un reemplazo de clases particulares de inglés a la joven Park Da-hye; y luego, con malas artes y engaño, van copando todos los trabajos de la casa: su hermana Ki-Jung le da clases de arte al pequeño Da-son; el padre, Ki-Taek asume como chofer y su esposa, Chung-Sook, se convierte en la ama de llaves de los esposos Park.
Pero la realidad no es tan simple. Resulta que no son los únicos que “parasitan” de la familia Park; sino también la antigua ama de llaves y su esposo. Y no solo eso. El resentimiento acumulado explotará cuando el nuevo chofer se dé cuenta que el señor Park Dong-ik no soporta su rancio olor a “pobreza” y se desencadene una tragedia de proporciones; que sin embargo no logrará cambiar la condición de estas arquetípicas familias.