El confinamiento no solo afecta la salud mental de los adultos, sino que también la de los niños y adolescentes, quienes además de presentar ansiedad, pueden desarrollar otros problemas, como comportamientos adictivos a videojuegos y a las pantallas, en general.
Así lo expresó el psicólogo de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), Juan Pablo Araya, quien sostuvo que el encierro resulta ser un contexto muy favorecedor para el desarrollo de estas dependencias, ya sea porque los mismos padres facilitan las pantallas a los niños para poder teletrabajar, o bien porque estos mismos los buscan para pasar el aburrimiento.
“Por otro lado, tratar de estar en una misma casa, a veces, el control parental se hace difícil, porque no podemos estar todo el tiempo detrás de los niños o viendo qué están haciendo… entonces, sí hay un contexto que propicia el uso de las tecnologías… (además) todo se está haciendo por estos medios… es la vía por la que se hace la mayor parte de las cosas… Lo más fácil, a la larga, puede resultar lo más difícil. Es decir, si yo estoy ocupado cocinando y mi mujer está en una reunión, etc… y mi hija quiere hacer algo, lo más fácil es enchufarle el celular, o a un videojuego o a la tele. Eso, que es lo más fácil a corto plazo, a largo plazo es lo más difícil, porque puede derivar en un verdadero trastorno”.
El profesional advirtió que, en el caso de los niños, se discute si es o no pertinente hablar de adicción, por lo cual, la mayoría prefiere utilizar el concepto de dependencia o comportamiento adictivo. No obstante, indicó que a partir de la preadolescencia (10-13 años) e incluso a menor edad, pueden aparecer patrones de comportamiento adictivos, que se expresan cuando se dan principalmente tres criterios, como lo señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). El primero hace referencia a la falta de control sobre la acción de jugar (el niño no puede dejar de jugar), lo que tiene que ver con la cantidad de horas que se juega, con el inicio, la frecuencia, duración y contexto.
El segundo criterio que permite determinar una dependencia al juego es que se prioriza esta actividad por sobre otras. Los niños no realizan ninguna de las rutinas habituales como levantarse, ducharse, vestirse, lavarse los dientes, tomar desayuno o, incluso, ir a la escuela. Les interesa jugar.
El tercer criterio tiene que ver con una persistencia de la conducta, a pesar de exponerse a algunas consecuencias negativas para la salud mental o física, para las relaciones interpersonales o para la vida en general. Ejemplo de esto pueden ser dolor de cabeza o dolores en las piernas por la mala circulación y, a pesar de eso, el niño quiere o necesita seguir jugando.
En este contexto, Araya advirtió que hay riesgos físicos, debido al sedentarismo y una inadecuada alimentación, y riesgos para la salud mental, que pueden derivar en dificultades cognitivas, emocionales o de relaciones afectivas.
¿Cómo prevenir?
Juan Pablo Araya comentó que, si bien los niños de hoy nacieron en un mundo tecnologizado, siempre requerirán control y supervisión. Es más, sostuvo que la OMS recomendó que ningún niño menor a dos años debe exponerse a las pantallas; de 2 a 4 años, deben hacerlo como máximo una hora diaria; y los mayores de 5 años hasta dos horas, pero siempre bajo supervisión. Ahora bien, más allá del tiempo que el niño esté frente a la pantalla, entregó recomendaciones claras: conocer el juego que usa su hijo, colocar límites de tiempo, proponer otras actividades y fomentar la lectura.
“Los padres tienen que conocer los juegos, saber qué está jugando, de qué se trata, qué etapas tiene, con quiénes juega, si es en línea o fuera de línea. Si tiene amigos, cómo se incorpora al grupo; Segundo, hay que poner límites de tiempo y hacerlos respetar. Un niño debiera acceder al videojuego después que hace sus deberes… Tercero, hay que proponer alternativas de actividades (naipes, bachillerato o ver una película). Lo cuarto, sobre todo para los más chiquititos, es promover la lectura, y se promueve ojalá con una lectura acompañada al principio. Y quinto, tener una comunicación permanente, abierta, y sin juicio, especialmente con los jóvenes”.
Otro aspecto que hay que tener presente es definir consecuencias realistas para los niños cuando no cumplen con los límites de tiempo frente a la pantalla, pues de lo contrario, los padres pierden consistencia. Por ejemplo, decirles “te voy a botar ese playstation a la basura”, “te voy a dejar sin comer”, es algo que no se llevará a cabo. Distinto sería decir “mañana te quedas sin juegos”, porque es una consecuencia realista y factible hacer cumplir.
En el caso de que un niño, niña o adolescente presente dificultades que pudieran hacer pensar en comportamientos adictivos por uso de videojuegos, se sugiere consultar con un especialista, quien abordará el problema con un equipo interdisciplinario de profesionales (psiquiatra, psicólogo, terapeuta ocupacional).