Por Mariela López Medrano
Periodista
Entre un treinta a un cuarenta por ciento de los ciudadanos de nuestro país padecen de depresión; nos estamos transformando en una nación enferma, y pareciera que nadie se percata de aquello. Es un “virus” silencioso que ataca con fuerza, pero en forma totalmente solapada.
A ello se agrega la estigmatización de la sociedad hacia los que sufren de una patología mental; aún existe querámoslo o no, la caricatura del “loco” de la familia o del trabajo. Por lo tanto, como una enredadera se va formando el silencio y se calla, para no ser apartados o señalados con el dedo.
La ansiedad es otro de los elementos que está adentrándose en los seres humanos por malas condiciones laborales. No es raro encontrarse con gente agotada y con síntomas graves de ansiedad como palpitaciones, sudoración en las manos u opresión en el pecho, debido al estrés que significa levantarse en las mañanas a enfrentar un trabajo mal pagado o donde no se sienten valorizados.
Por un tema de roles de género las mujeres llevan la peor parte, al trabajo deben agregar las labores del hogar, por lo tanto, tienen doble carga, así que no es raro que la depresión se de en un porcentaje mayor al de los hombres. En este sentido las nuevas generaciones están aportando más en este punto. Es de esperar que se siga evolucionando y que ambos sexos se distribuyan las tareas por igual, tanto en la crianza de los hijos, como en otros aspectos.
Actualmente el Estado aporta solo una pequeña parte de lo que se necesita para solucionar o paliar los problemas mentales, porque es una enfermedad transparente e invisible, donde los pacientes están desprotegidos y sin herramientas necesarias, para resolver sus problemas de angustia o ansiedad.
El sistema público debe hacer algo en relación a las políticas de salud referentes a salud mental, tomando en cuenta que un 80% de los chilenos se encuentra inscrito en Fonasa. Faltan psiquiatras y psicólogos. Urge que se implementen medidas para paliar estas enfermedades, contar con la voluntad e interés del gobierno y los parlamentarios, para crear y aprobar proyectos de ley que se ocupen de manera rápida y eficiente de las patologías mentales de los chilenos.
Para ello es necesario poner sobre el tapete la depresión a nivel nacional, como una enfermedad crónica y en creciente aumento, para que los que sufren en silencio no sigan callando.