La doctora en Ciencias Biomédicas, Graciela Molina Fuentes, investigadora de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), es enfática respecto de las medidas para disminuir los contagios por coronavirus: Todas las personas que tienen acceso a alguna de las vacunas disponibles contra el COVID-19 deben inocularse.
La especialista, quien actualmente se encuentra realizando un postdoctorado en la Universidad de California Davis, sigue muy de cerca todo lo que ocurre en nuestro país respecto al avance del coronavirus y, particularmente, de las gestiones del Gobierno chileno para importar las vacunas, cuyo objetivo es inocular al 80% de la población (cerca de 15 millones de personas) a fines del primer semestre de este año.
En este contexto, lo que más preocupa a la especialista son las distintas especulaciones que circulan en redes sociales y que buscan generar un manto de dudas respecto al objetivo de las vacunas, desincentivando el interés de las personas a contar con ellas.
“Yo creo que hay desinformación o mala información. Hay pseudocientíficos que andan generando teorías catastróficas o conspirativas… pero de ahí a controlar tu voluntad a través de un chip, estamos a años luz de desarrollar ese nivel de inteligencia artificial o de control… No es posible ni siquiera georreferenciar con un chip que nos pudieran colocar con la vacuna. No tiene ningún sentido”, dijo la especialista.
Controles de vacunas
Junto con ello, llamó a tener absoluta confianza en el contenido y procedimiento que permitió generar las vacunas, puesto que ellas pasaron por todos los controles regulatorios que requieren los medicamentos. Es decir, cuentan con la evidencia científica y ensayos clínicos que permitieron autorizar su uso por parte de los organismos regulatorios extranjeros (FDA y Unión Europea, entre otras).
Respecto de la rapidez con que se lograron obtener las vacunas contra el Covid-19, la doctora Molina explica que ello ocurrió por dos razones: se destinaron muchos recursos económicos y humanos para desarrollarla y, por otra parte, había un trabajo previo con la epidemia del SARS COV-1, que surgió en África, y luego con el MERS, que apareció en Medio Oriente.
Graciela Molina precisó además que, tanto Pfizer-BioNTech como Moderna (las primeras vacunas que llegaron a nuestro país), utilizaron ARN (material genéticamente modificado) para generar una proteína que, por sí sola, desencadena una respuesta inmunitaria. Por tanto, cumplen con los tres parámetros exigidos: efectividad (en este caso el nivel de respuesta, que es la inmunidad), eficacia (si se logra llegar o no a la población objetiva) y cobertura (porcentaje de personas que se vacunó).
“Y para que estemos protegidos, el 70 por ciento de la población tiene que estar vacunada, para que se produzca lo que se llama inmunidad de rebaño, para que las personas que no se pueden vacunar por alguna razón, o que son ese uno de diez que no va a desarrollar respuesta inmune, también estén protegidos. Se partió con todo el personal de salud que estaba expuesto, esa es la primera línea. Después van a ser los mayores de 65 y esa población es la que hay que convencer que tiene que vacunarse, porque son los que tienen más riesgo, porque justamente es la población más reticente para vacunarse y, aparte de eso, la más desinformada. La alternativa de no vacunarse es enfermarse y morirse”, dijo categóricamente la doctora Graciela Molina.