Por Susana Mayer
Directora de carrera de Ingeniería en Prevención de Riesgos y Medio Ambiente. Universidad de Las Américas, sede Viña del Mar.
La costa ha sido el lugar preferido para usar el permiso de vacaciones, siendo recurrente ver imágenes de playas llenas de veraneantes que han optado por tomarse un respiro en esta pandemia.
Ante esta situación, no debemos olvidar las altas cifras de COVID-19 que aún hay en Chile, manteniendo las medidas sugeridas por la autoridad para prevenir contagios si vamos a la playa, pero también nos corresponde considerar el impacto sanitario y ambiental que está provocando en los océanos el desecho inadecuado de las mascarillas.
Un informe de la ONG OceansAsia estimó que en el 2020 los océanos recibieron cerca de mil 560 millones de mascarillas, las que pueden tardar hasta 450 años en convertirse en microplásticos, los que impactan negativamente la vida silvestre y los ecosistemas marinos, causando la muerte de millones de especies y perjudicando también a la pesca y el turismo.
El llamado entonces es a ser responsables con nuestra salud, pero además con nuestro entorno y las especies que habitan en él.
Si vamos a la playa, usemos y eliminemos correctamente las mascarillas. Estos elementos no están hechos con materiales biodegradables, no se pueden reciclar, y al estar en contacto con agentes patógenos pasan a ser residuos infecciosos y como tal los debemos desechar.
No las botemos en el agua, en la arena o en basureros públicos. Pongámoslas dentro de bolsas plásticas reutilizadas de alimentos como fideos, arroz, azúcar, y al llegar a casa apliquémosle por dentro y fuera un producto desinfectante (amonio cuaternario, cloro doméstico, alcohol) y sellemos la bolsa antes de depositar en el basurero, para proteger y evitar riesgos en quien retire el aseo domiciliario.
Hoy más que nunca de nosotros depende cuidar nuestra salud y el medio ambiente.