Por Mariela López Medrano
Periodista
Hay conceptos y emociones muy difíciles de describir; la angustia es una de ellas y es algo que lamentablemente los chilenos sufren muy a menudo. Junto con la ansiedad y la depresión, se dan muchos cuadros de angustia, relacionados con preocupaciones, factores económicos, familiares, entre otros.
Pero cómo se manifiesta este dolor psíquico, que es tan difícil de describir. Para los psiquiatras está claro: la persona siente que se le aprieta el estómago o experimenta taquicardia, puede tener sudoración y respirar muy apresurado. Los terapeutas aclaran que la angustia es distinta en cada ser humano, dependiendo de la historia, las vivencias. Por eso mi angustia es distinta a la tuya y no la entiendes.
Pero qué pasa con los países. Chile es una nación “angustiada”, sin ir más lejos las cifras hablan de un 30% de ciudadanos con cuadros de depresión. Donde la precariedad del trabajo, las bajas remuneraciones y un estilo de vida sobreexijido, nos han pasado la cuenta. Los síntomas se palpan en las preocupaciones de los chilenos, donde las demandas más escuchadas son un sistema de salud que no llega a todos, trabajos precarios, un pobre sistema de pensiones. Para el estallido social vimos cómo esa angustia se expresó, quizás largamente contenida, donde personas de todas las edades manifestaron no sólo rabia, sino que también una angustia retenida, agudizada por el silencio.
La vida duele para muchos, sobre todo que nadamos en un mar de ideales: el cuerpo ideal, el trabajo ideal, la familia ideal. Entonces nos retamos a nosotros mismos a conseguir estas metas, que nos condenan a la frustración. En el Siglo XXI, muchas de las condiciones ideales de vida no existen, algunos viven en una gran precariedad, donde lo incierto es la única constante.
La angustia se manifiesta de distintas maneras en cada sujeto y en la sociedad es un pájaro que quiere volar hacia alguna parte, hacia su definición, hacia su claridad.