Por Jorge Gillies
Académico de la Facultad de Humanidades y Tecnología de Comunicación Social, UTEM
En dos importantes elecciones regionales en Alemania, el partido de la canciller Angela Merkel -la Unión Demócrata Cristiana (CDU)- obtuvo resultados desastrosos.
Es que, en rigor, los electores ya no miran a la CDU como el partido de la popular jefa de gobierno, porque ella ha anunciado su retiro de la vida política y no participará en las elecciones generales de septiembre próximo. Si ella siguiera a cargo, probablemente los resultados habrían sido distintos.
En ambos estados tradicionalmente conservadores –Renania Palatinado y Baden Wurthemberg- se impusieron en cambio los candidatos de la socialdemocracia y del partido ecologista verde, respectivamente, lo que marca un giro a la izquierda que puede tener consecuencias para las elecciones de septiembre.
En ambos casos influyó más que nada la popularidad de sus respectivos líderes, que ya ocupaban la presidencia de ambos estados, pero que vieron fortalecida su posición.
Es que también en Alemania, enfrentada al igual que todo el planeta a numerosas incertidumbres y situaciones de crisis, el papel de los liderazgos individuales supera con creces a las afiliaciones partidarias tradicionales.
En Chile la situación es mucho más dramática, por cuanto aquí no existe ningún liderazgo consolidado, ni siquiera uno de salida como el de Merkel, frente al cual otros pudieran medirse.
Las encuestas presidenciales muestran que los candidatos favoritos fluctúan a lo más entre un doce y un quince por ciento de las preferencias, con más de un cincuenta por ciento de electores indecisos. Ello es absolutamente insuficiente para marcar alguna tendencia relativamente estable de aquí a la fecha de las elecciones presidenciales de noviembre.
Puede ser que la elección constituyente esté robando el protagonismo a las restantes. Pero, aunque así fuese, no deja de ser preocupante el vacío de liderazgo que se observa a tan pocos meses de la definición presidencial.
Y ello porque en el marco de esta situación de incertidumbre no se descarta el surgimiento de liderazgos de última hora, totalmente ajenos al ámbito de la política tradicional y que podrían encerrar variadas sorpresas, no necesariamente positivas. Pero nadie, en rigor, es capaz de vaticinar una tendencia. Lo que prima es la incerteza, un fenómeno poco común en Chile en un año electoral.