Por Carlos Schneider Yañez
Odontólogo y Magíster en Gestión en Salud Universidad de Chile
M.B.A. Tulane University (USA)
Hace un poco más de un año las preocupaciones de los chilenos tenían que ver con el próximo plebiscito constituyente de abril del 2020, los efectos del estallido social, la seguridad ciudadana, los temas económicos y un largo listado de problemas recurrentes. Hoy cuando el abril otoñal del 2021 deshoja lo urgente y lo importante, nos miramos y parece que un siglo ha pasado, un tiempo imperecedero de cuarentenas y restricciones que han trastornado nuestras vidas hasta casi el extremo.
Ni las mentes más afiebradas imaginaron alguna vez que los niños no irían a la escuela en un año, que los noveles jóvenes universitarios no sabrían lo que es ser “mechones” o que una sencilla reunión de amigos y familiares, sería portada de los matinales por clandestina. ¿Qué dictadura siniestra en la historia reciente, llegó a estos extremos? Ni siquiera Pol Pot, Hitler o Stalin -sanguinarios del siglo XX-, llegaron a idear restricciones tan extremas como las que nos obliga la pandemia del COVID.
¿Tendrá consecuencias permanentes más allá de los problemas económicos de muchos y los beneficios bursátiles de los mismos de siempre? De seguro una nueva generación llevará el nombre de “los pandémicos” o una sociológica denominación académica, que intentará explicar las consecuencias sociales, mentales y físicas que las prolongadas cuarentenas en todas sus fases provocarán en nosotros y sobre todo en nuestros hijos e hijas.
Restringir la movilidad y el contacto físico son esenciales para la salud de todos, los miles de muertos por COVID que siembran nuestro campo bordado de flores, así lo manifiestan. Los hospitales colapsados y los sueños tirados a la basura, por un virus que se resiste a dejarnos o convertirse en “buena persona”, nos indican que la lucha continúa por no pocos meses más, con su reguero de cuarentenas y restricciones inhumanas.
Es de esperar que nuestras autoridades electas; líderes y lideresas de gobierno y oposición, nuestra elite intelectual, económica, científica, política, religiosa y uniformada estén pensando en el mundo que vendrá cuando está pandemia termine (o se atenué). Habrá que destinar ingentes recursos (no sólo económicos), para tratar de paliar los efectos que la pandemia, las restricciones y las cuarentenas permanentes, de seguro provocarán en toda una generación de chilenos y chilenas.
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