¿Cuál es el efecto de las clases de educación física en el nivel de actividad física diaria de los escolares chilenos? Esa fue la pregunta que se realizó el académico de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, y del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), doctor Tomás Reyes Amigo.
En virtud de la escasa información que existe sobre este tema, el doctor Reyes junto a la académica UPLA, doctora Johana Soto Sánchez, y coinvestigadores de las universidades Mayor de Chile, Metropolitana de Ciencias de la Educación y del Centro de Estudios del Laboratorio de Entrenamiento Físico São Caetano do Sul, Brasil, compararon en estudiantes de 9 y 10 años la contribución pre y post intervención de clases de educación física de alta y moderada intensidad en 5 categorías del nivel de actividad física diario: tiempo sedentario, ligera, moderada, vigorosa y moderada-vigorosa.
En un diseño experimental, dividieron a 66 estudiantes en dos grupos. Uno realizó actividades de alta intensidad y el otro de intensidad moderada. Se midió el nivel de actividad física con un acelerómetro y se analizaron estadísticamente las intervenciones con una prueba de rangos denominada Wilcoxon Signed Rank.
¿Y a qué conclusión llegaron los científicos? “Los resultados, que publicamos en la revista científica Journal of Physical Education and Sport, nos indicaron que la participación de los niños en la actividad física de intensidad vigorosa es más eficaz para aumentar el nivel de actividad física de los escolares, que la actividad física de intensidad moderada. Por lo tanto, de acuerdo con la evidencia es mejor privilegiar las actividades de alta intensidad por sobre las de intensidad moderada en la clase de educación física, si se pretende aumentar el nivel de actividad física y aprovechar los beneficios que esto tiene para el desarrollo de los y las estudiantes”, sostuvo el investigador principal del proyecto, doctor Tomás Reyes.
¿Qué hacer en pandemia?
Los resultados del estudio cobran aún más relevancia en tiempos en que el confinamiento por pandemia limitó las clases escolares a la virtualidad, reduciendo con ello las oportunidades de ser físicamente activos, lo que influye directamente en un aumento de enfermedades cardio-metabólicas y de trastornos de salud mental.
Si la importancia de la actividad física vigorosa se basa en su contribución a la actividad cardiorrespiratoria, aptitud física, salud cardiovascular y función cognitiva durante la niñez y la adolescencia, ¿de qué manera es posible lograrlo en el contexto actual?
“De acuerdo con las recomendaciones internacionales, los niños y niñas debiesen realizar todos los días al menos 60 minutos de actividad física programada. Durante este tiempo, se deben privilegiar actividades que incrementen la intensidad y eso se controla con la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria, el sudor, indicadores de que la actividad está siendo vigorosa. Así nos aseguramos de que el cuerpo está modificando sus sistemas para responder a las demandas energéticas y así se fortalece el funcionamiento corporal. En el contexto actual se recomiendan actividades en el lugar, debido a la falta de espacio, que generen un gasto energético importante como actividades de saltabilidad, por ejemplo, saltar en 2 pies, un pie, saltar la cuerda, elevación de rodillas e, incluso, fomentar actividades de coordinación en movimiento, que involucren extremidades superiores e inferiores como los saltos estrella”, precisó.