Por Felipe Vergara
Doctor en Comunicación y analista político Universidad Andrés Bello
La idea de un tercer retiro del 10% de las AFP es una mala noticia para los chilenos, lo cual, no significa que hacer uso de él, no sea necesario. Una mala noticia, ya que va en la línea directa a empobrecer, aún más, las futuras pensiones y con eso la esperanza por una vejez digna. Negativo también, porque no hay un plan de restitución real para recuperar dichos fondos y, porque confirma el evidente descrédito en que ha caído el Gobierno, fomentado por su propia coalición.
Otra cuestión evidente es que ha tenido como promotor al mismo Gobierno, quien no se ha resignado a entregarle recursos frescos a la clase sociales más afectadas por la pandemia. Al contrario, ha desplegado solo medidas paliativas, de acceso restringido, complejo y tardío. Sin desmerecer con eso, el aporte fiscal cercano al 8% del PIB entregado, el que no logra suplir el inmenso daño económico que han sufrido gran parte de las familias chilenas. A lo anterior se suma un agravante más: los recursos están y la capacidad de endeudamiento también.
Entonces ¿por qué no se hace? ¿Qué espera el gobierno para entregar aportes tangibles, inmediatos y eficientes a los sectores vulnerables de nuestro país? Ni hablar del resto de los efectos colaterales que ha ocasionado esta negativa. El levantamiento de populismos extremos que, sin más argumentos que la retórica, se han posicionado como garantes y defensores sociales. Decisiones, que no sólo han traído empobrecimientos, sino también, tribuna a la peor cara del populismo, esa que juega con las esperanzas de la gente, para un beneficio personal, narcisista y de amor incondicional al poder.
La crisis que enfrentamos no se soluciona con un impuesto a los súper ricos, es un gesto que igual vale la pena considerar, pero no es la panacea, tampoco lo son las cajas de mercadería o el engorroso sistema de bonos para postular. La solución pasa por abrir de una vez por todas la billetera fiscal y asignar recursos frescos y directos ya.
En paralelo, sería oportuno que el Congreso apruebe, de una vez por todas, la reforma de pensiones -lo perfecto en enemigo de bueno dicen los más sabios- y en paralelo se avance en una reforma tributaria que ayude a revertir los estragos que dejará en el largo plazo, esta crisis sanitaria mundial.
Uno puede no estar de acuerdo con el tercer retiro -por el hecho de como éste golpeará nuestras futuras pensiones-, pero es humanamente entendible asumir que para que ese escenario se dé, hay que llegar a la vejez, realidad que entre la pandemia del COVID-19 y la pandemia del hambre, hoy simplemente no está garantizada.