Por Silvio Becerra Fuica
Profesor de Filosofía
Desde el mes de marzo del año 2020, nuestro país y el mundo entero se encuentran sometidos a una situación de pandemia, provocada por una variante de la familia de los coronavirus, enfermedad conocida en lo cotidiano como el nuevo coronavirus (Covid-19); circunstancia esta, que al ser analizada retrospectivamente, y después de más de un año de tenerla entre nosotros, nos pone en situación de tener que reconocer, que ningún país estaba preparado para enfrentarse en buena forma a este nefasto virus, por el gran desconocimiento de esta nueva cepa -lo que ha sido reconocido por la ciencia de la infectología,- en lo que tiene que ver con su constitución estructural y por ende en sus efectos y forma de contrarrestarlo.
De cara a los efectos de nivel global que la humanidad ha estado sufriendo con el COVID-19, con un permanente ir y venir en el ámbito de la toma de decisiones para enfrentarlo, en una especie de ensayo y error, pone ante nuestros ojos y mentes una escalofriante realidad -que ya se vislumbra en el párrafo anterior-, que resulta de la respuesta a la pregunta ¿nos encontrábamos como país, en condiciones de enfrentar esta pandemia con todo lo que ello significa? ¡Definitivamente no!, pues si bien es cierto, existen todas las herramientas aportadas por las ciencias y respectivas tecnologías para ello, lo que debería bastar para frenar el avance de la enfermedad, nos encontramos con el hecho de que esto no fue suficiente, constituyendo solo parte de la solución, pues se da el caso de que existe otro importante elemento que por lo inmaterial de su ser, no siempre es considerado en toda su dimensión y que por lo mismo se convierte – sin que sea un objetivo-, en el principal impedimento para la implementación plena de las medidas reparadoras; me refiero específicamente al punto de vista socio-cultural, que resulta vital para el momento de planificar e implementar las medidas que sean necesarias, donde la interacción y la calidad de mensajes entre gobierno y gobernados debería ser parte fundamental del proceso sanatorio de este gran organismo vivo que es la sociedad.
Frente a estos hechos de catástrofe sanitaria mundial y nacional, es posible opinar, que después de muchos meses de implementar medidas por parte del gobierno, como la cuarentena y otras del conocido “plan Paso a Paso,” hemos podido apreciar algunos momentos del año 2020, en que se logró contener en forma relativa la acción del virus, disminuyendo los casos de infectados y muertos. Esto pareciera haber producido una especie de espejismo, que llevó al gobierno a soltar la mano -implementando algunas medidas anexas, que no han resultado efectivas-, para así dar un respiro a la grave crisis mental y social de los chilenos, producto del largo encierro -antinatural,- como también para sobrellevar de mejor manera la crisis económica que está sufriendo el país, donde los más pobres y las personas mayores, son y serán los sectores más afectados y desvalidos frente al COVID-19.
Siendo este el panorama, el que se mantiene vigente al año 2021 y, con los números negativos en aumento nuevamente, el gobierno tiene puestas sus esperanzas en la pronta vacunación de la ciudadanía, según prioridad ya definida, que, según los expertos, además de las diferentes formas de autocuidado, sería la única manera de controlar en forma efectiva este virus. Respecto del tema de las vacunas, es justo reconocer, que este, es uno de los pocos puntos instalados de forma positiva en la consciencia de los chilenos, resultante de las acciones llevadas a cabo por el gobierno, que permitió adquirir la cantidad de vacunas requeridas para su inoculación en nuestro país, mostrando un actuar proactivo, que previó la posible escasez de vacunas, por la urgente demanda de los diferentes países. ¿Bien por esta medida!
En este contexto, el Minsal, durante el primer semestre del año 2021, ha estado implementando una serie de medidas anexas al plan Paso a Paso, tendientes a aliviar en parte, el estado crítico de la salud mental de los chilenos, lo que se aprecia con mayor fuerza en el segmento de las personas mayores; medidas, que, según el Colegio Médico de Chile (Colmed), no son las más adecuadas para dar solución a este problema, sino que más bien, se contraponen, entraban y agravan la situación.
La más elemental de las lógicas, hace ver que estas medidas, si bien pudieron ayudar en parte al alivio momentáneo en las personas, de las implicancias mentales por todos conocidas; sin duda alguna es una puerta abierta que se ofreció voluntariamente a la acción del virus, el que lleva inscrito en su especial ADN algorítmico, el aprovechamiento en forma óptima, de toda condición u oportunidad disponible, que le permita masificar sus nefastos efectos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para que esta pandemia sea controlable -considerando todas las recomendaciones entregadas por esta a la población mundial-, los índices de positividad aceptables no deberían ir más allá del 5%, lo que se contrapone, con la alta positividad alcanzada durante las últimas semanas en algunas regiones de Chile, lo que nos indica que el tan anunciado rebrote hecho por la autoridad sanitaria, se hizo presente con bastante fuerza, contando para ello, como sus mejores aliados, la existencia de especiales circunstancias que han permitido su diseminación; las que podemos reconocer, en una débil y fluctuante trazabilidad y toma de exámenes PCR; una excesiva movilidad de las personas, que han perdido el miedo a la posibilidad de infectarse, lo que se suma a la perdida de respeto por las medidas de fiscalización, en cuarentena, impartidas por la autoridad sanitaria, largas cuarentenas que no han mostrado la efectividad esperada.
A lo anterior hay que agregar algunas controvertidas medidas tomadas por el gobierno durante este año 2021, las que sorprenden por su inconsistencia, considerando su aplicación en plena pandemia, sin tener en cuenta sus anunciadas consecuencias. Estas disposiciones son el “Permiso especial de vacaciones” en general y en particular la reapertura de los “viajes para la tercera edad,” como asimismo el recientemente aprobado “pase de movilidad” que da mayores libertades a todas aquellas personas que ya han cumplido con su proceso de vacunación.
En el ámbito de estas medidas y en la situación de rebrote instalado al día de hoy, es posible apreciar el actuar paradojal y sin rumbo preciso del gobierno, mediante los ministerios encargados, los que una y otra vez difunden información que no es coherente resultando contradictoria para la ciudadanía, en especial para las personas mayores. Una muestra de esto la encontramos en una declaración del Ministro de Salud don Enrique Paris que recomienda fervientemente “cumplir con las normas sanitarias y evitar la dispersión del virus,” lo que ciertamente aparece como un contrasentido, una contradicción y una cruel paradoja para las personas, que por un lado les entrega una aparente solución o escape de la situación de confinamiento y de estrés mental, pero que por otro lado y teniendo a la vista los inevitables contactos de todo tipo que se generaron y se generan al día de hoy, produjeron, producto de estos permisos en plena pandemia, un significativo aumento en la positividad de los contagios, llevando consigo a un descontrol de la enfermedad, que actualmente tiene en situación de colapso a todas las instalaciones sanitarias, preparadas para atender a los enfermos graves de Covid-19; donde nuevamente, la mayor cantidad de infectados y de fallecidos fue liderada por las personas mayores, agregando últimamente a personas jóvenes, lo que indica que el virus ha ido mutando, afectando también en forma grave a otros grupos etarios que se pensaba estaban fuera de riesgo vital.
Frente a esta grave situación, el Colmed ha criticado públicamente al gobierno por todas estas medidas, manteniéndose en una fuerte pugna con este, con el fin de lograr revertir la situación, lo que hasta el momento no se ha conseguido. Por un lado, tenemos la propuesta especializada y científica del Colmed y por otro, la del Ministerio de Salud, también especializada, mediante sus profesionales, técnicos y personal en general, los que tienen las cosas claras desde el punto de vista sanitario; pero entonces, ¿dónde se encuentra el punto de inflexión, que impide que estas dos instancias puedan llegar a un acuerdo conciliador que permita atacar con mayor coherencia a esta pandemia? Lamentablemente, hay que reconocer que el punto de la discordia, que impide este intercambio de esfuerzos y conocimientos, tiene que ver con la aplicación por parte del gobierno de políticas que van más allá del ámbito de las soluciones científico – técnicas propuestas por el Colmed; por esto mismo, es un imperativo que el gobierno se abra a considerar, sino en su totalidad, por lo menos en parte, la precitada propuesta – “Estrategia socio sanitaria COVID Cero”-, lo que irá en beneficio, de preparar en forma conjunta, una mejor estrategia para derrotar esta enfermedad.
Finalmente, si nos referimos al segmento de personas mayores y de una posible participación de estos, en la toma de decisiones para este proceso-, lo que no es muy probable-, deberíamos acudir a la imaginación, en busca de una simulada posibilidad de que estos pudiesen hacer preguntas y solicitudes que fueran escuchadas por el gobierno. En estos términos, una persona mayor cualquiera podría hacer la siguiente pregunta: ¿Quién responderá por las consecuencias de toda esta gama de medidas que evidentemente resultaron ser un gran riesgo, para este sector etario? Como ciudadanos mayores no lo sabemos, pero sí, solicitamos y exigimos que nuestras autoridades nos consideren, nos respeten y responsablemente nos protejan frente a las circunstancias que estamos viviendo.