Por Silvio Becerra Fuica
Profesor de Filosofía
La cultura de la Grecia clásica, hizo dos distingos para referirse al tiempo, llamando Cronos al tiempo secuencial, que se caracteriza por ser; ordenado, metódico y reglado – al igual que el funcionamiento de un reloj; – y otra forma de tiempo que llamaron Kairós, que, a diferencia de Cronos, se refiere, a ese instante fugaz o momento adecuado y único, en el que algo de importancia sucede y converge, para que algo tenga que ser de una determinada manera o forma.
En Kairós, nos reconocemos como seres humanos, pues en este, encontramos la inmortalización de muchos momentos irrepetibles de nuestras vidas, los que, a la vez, pueden ser afortunados o de gran riesgo y peligro, debido a la gran fragilidad de nuestro ser, que no sabe con seguridad lo que le depara el futuro. Como decía, Kairós es la musa divina, que, por única vez, susurra a nuestros oídos, sus secretos eventos, los que como persona puedo escuchar o no, desapareciendo de inmediato con el viento, convirtiéndose en un “ahora o nunca,” lo tomo, o lo dejo pasar para siempre.
Después de este importante contrapunto, es el momento de trasladarnos a nuestro presente para tratar de entender o acompasar lo que los griegos pensaban acerca del tiempo, momento en que nos damos cuenta de que las cosas no han cambiado mucho, sólo han cambiado de nombre; pues por un lado tenemos lo que llamamos tiempo cuantitativo, que es el que maneja data que es posible de ser contabilizada, permitiendo expresar resultados en forma numérica – al igual que Cronos – los que tienen representación objetiva en la realidad; por otra parte, nos encontramos con el tiempo cualitativo, – Kairós – que es expresión de todo aquello relacionado con el hombre, que no se puede medir, o agrupar, constituyendo la subjetividad misma, de la interacción entre los humanos y su relación con la naturaleza.
Hablar de estas dos formas de entender el tiempo, no significa que estemos hablando de cosas que en el actuar cotidiano del ser humano, tengan que ser excluyentes entre sí, pues, ambas nociones de tiempo, son parte intrínseca del hombre, el que en su diario actuar, siempre tiene en cuenta a las dos, de manera objetiva, por un lado, considerando los apegos estructuro-sociales, de los cuales somos parte, como de manera subjetiva, cuando damos rienda suelta a nuestra intuición y creatividad artística, las que se escapan definitivamente de lo objetivo y mensurable. Esta es una realidad que no podemos desconocer, pues para que el hombre pueda relacionarse y convivir en sociedad, debe sujetarse a estas dos nociones de tiempo, teniendo presente la necesidad de mantener una armonía entre ambas concepciones del tiempo, manteniendo el equilibrio necesario que impida que la desmesura social se haga presente entre las personas.
Lamentablemente, al revisar la historia que la humanidad ha escrito por siglos, destaca una realidad cruenta y discriminatoria, que, de diferentes formas se ha mantenido hasta nuestros tiempos; donde fuerzas invisibles a primera vista, se han encargado de que ello sea así. Es la historia del poder y del abuso sobre los más desprotegidos y desvalidos – la gran mayoría – la que sin detención se repite una y otra vez sin que se vislumbre en el horizonte una posibilidad de que esto pueda cambiar.
En este contexto, la búsqueda del equilibrio entre lo cuantitativo y lo cualitativo, es la impronta de las sociedades del Siglo XXI, tarea que no es para nada fácil, teniendo en cuenta la maleabilidad del ser humano, que permite que este pueda ser moldeado a placer.
Como una manera de entender lo anterior, es necesario asumir que el ser humano, en su diario vivir–convivir – según Maturana, – es más que un número o una secuencia de hechos que pueden ser medidos y agrupados para fines determinados; el que en su actuar social se somete en forma no voluntaria, a una ética o un “deber ser,” que le ha sido asignado, el que para ser aceptado como persona por los cánones de esta sociedad, debe desenvolverse de acuerdo con estos; realidad social que le ha sido entregada como un traje a la medida, el cual deberá usar desde el momento en que tiene conciencia de su propio yo y del entorno que le proporciona el otro y los otros –los demás- que en suma conforman la sociedad.
Finalmente, y para ser consecuente con el epígrafe de este escrito; por lo ya dicho, y la realidad actual de crisis social y de pandemia que vive el mundo y nuestro país; descubrimos que estamos instalados en un escenario destemplado que sacó a la luz todos los elementos indeseables que pueden existir al interior de una sociedad, y que por tantos años se mantuvieron actuantes, como si fueran la mejor de las normalidades. El hecho de haber entrado en conciencia de todos estos males, llevó a que Chile tomara un rumbo definitivo, sin vuelta atrás, para enfrentar y superar en el corto y largo plazo todos estos negativos avatares. Es el momento en que ambas nociones de tiempo -Cronos y Kairós- deberán darse la mano, fundiéndose en un solo tiempo, con el fin de atender con prolijidad y urgencia las necesidades de todos los ciudadanos, especialmente las relacionadas con la equidad en general y de justicia social en particular, lo que nos debería sacar del entramado abstracto en que hemos estado subsumidos, para instalarnos en la plena realidad, la que no debemos desconocer, estará conformada tanto por aciertos como también de errores, los que al ser corregidos en forma positiva, nos instalarán en camino del verdadero cambio. En otras palabras, esta es tarea de todos, donde lo que prima no es la competencia por determinados y mezquinos intereses políticos y económicos, sino que la reflexión y una auténtica colaboración.