Por Carlos Schneider Yáñez
Odontólogo y Magíster en Gestión en Salud Universidad de Chile
M.B.A. Tulane University (USA)
La instalación de la Convención Constitucional del pasado 4 de julio, llenó las portadas de todos los medios de comunicación del mundo, un hecho que no pasó desapercibido para nadie fue el impecable desempeño de la relatora del Tricel Carmen Gloria Valladares. Una ceremonia llena de vicisitudes, problemas y chascarros, fue impecablemente conducida por una funcionaria pública de carrera que -hasta ese momento – era desconocida para todos.
La República y sus instituciones no descansa ni se apoya necesariamente sólo en leyes, decretos y burocracias, sino en los hombres y mujeres, que más allá de gobiernos transitorios, llevan la carga de las tradiciones y permiten que las cosas sucedan. Los vilipendiados funcionarios públicos de carrera, muchas veces desconocidos que se ocultan tras un escritorio con toneladas de papeles, timbres, memos y oficios, son el verdadero sustento de un sistema republicano que durante más de 200 años -a pesar de todo- funciona.
Valladares, con su prestancia, sangre fría y figura de autoridad a todos nos recuerda alguna profesora jefa de infancia o esa tía seria, pero a la vez cariñosa, que todos respetábamos y queríamos. El poder y las tradiciones no se trata de cargos, nombramientos, pitutos, famas y dinero (bien o mal habido), sino de personas de carne y hueso, que piensan, sienten y viven como nosotros, que compran el pan en la esquina, usan el metro y se mojan cuando llueve.
Esas personas que también están detrás de todos los electos convencionales, que no son funcionarios de la república, pero tendrán la tarea de dictar las pautas en que se moverá Chile durante los próximos cincuenta o cien años. Muchos de ellos y ellas, suelen relacionarse con los que piensan de forma similar y a los “distintos” los ven como enemigos, pero con el pasar de los días y meses encerrados en sus Zoom, sesiones, reuniones y plenarios, necesariamente compartirán un café con “los otros” y en los patios, pasillos y “mentideros”, verán que son menos distintos de lo que parecen.
Sujetos cotidianos, con pensamientos diferentes, orígenes, acentos, vestimentas y costumbres disímiles, pero que les tocó por obra de una elección, representar un mismo sentir nacional: Cambiar para mejorar. No se trata de compartir las mismas canciones, himnos y banderas ni tener igual interpretación de la historia, del presente y el futuro, sino de querer lo mejor para todos.
Una vez terminado el proceso constituyente, cuando un plebiscito de salida apruebe o rechace lo obrado y escrito en esos salones señoriales, vendrá la República, vestida de Carmen Gloria Valladares, a poner orden para que sigamos con nuestras vidas.