Por Susana Calderón Romero
Directora Espacio Lof
Candidata a diputada distrito 7
El rechazo al proyecto de despenalización del aborto por parte de la Comisión de Mujeres de la Cámara de Diputados, volvió a poner sobre la mesa (una vez más) la discusión de este tema. Leo y escucho múltiples argumentos legales a favor y en contra, posturas políticas conservadoras, moderadas y liberales, dogmas, credos y aprehensiones morales y religiosas, que de forma binaria intentan zanjar quién tiene la razón, en vez de resolver por qué razón debemos legislar sobre ello.
Un país en que exista la posibilidad real de que una mujer pueda interrumpir un embarazo no deseado es un país que ha reflexionado, comprendido y decidido (en el espacio público y político llamado a pronunciarse en atención al interés general de sus ciudadanas) que no hay mayor muestra de desigualdad, que privar a la mujer de autodeterminarse en todas las esferas de su vida y principalmente, sobre sus derechos sexuales y reproductivos.
Mucho se habla de que las mujeres alegamos y demandamos reivindicar la propiedad sobre nuestros cuerpos, más bien demandamos y luchamos por nuestra capacidad de decidir por nosotras mismas. No reclamamos propiedad, justamente porque históricamente lo hemos sido de nuestros padres, de nuestros maridos, de nuestro régimen político. Reclamamos la capacidad de tener la opción de decidir y no quedar sometidas a la condición social o económica en que nacemos.
El aborto no es un tema moral, es un tema de salud pública, un tema de derechos humanos de las mujeres, una conquista que va más allá de la maternidad, pues reivindica el respeto por nuestro género.
Ya es tiempo de superar el paternalismo sobre nosotras y comprender que no queremos reconocimiento de la propiedad de nuestros cuerpos, sino la opción legal de autodeterminación de nuestras vidas.
(Foto: referencial).