Por Gonzalo Gajardo Vistoso
Profesor de Historia y Geografía, Mg. en Gestión de Proyectos Urbano Regionales UVM.
Alumno Mg. (c) En Patrimonio UV.
Director Fundación Senderos Culturales.
En estos días, hemos conocido la triste noticia del fallecimiento – a causa de un cáncer – de María Medina, emblemática dirigenta de la población “Manuel Bustos” del sector alto de Viña del Mar. La pérdida irreparable de una luchadora social incasable, por el derecho a la vivienda y a la ciudad.
A la población se le suele llamar “campamento”, haciendo resonar – consciente o inconscientemente – los ecos de la extra muralidad, de la irregularidad, de la barbarie urbana no planificada. Se le suele citar, en el discurso oficioso hablado o escrito, como “el campamento más grande de Chile”, denotando el horror vacui generado en la mente del hablante, ante la (inevitable) presencia de los habitantes allegados al margen de la ciudad formal.
Manuel Bustos es una población en propiedad. Es no es sólo un asentamiento irregular, de proporciones elefantiásicas. Es una comunidad de memoria viva, que humaniza la ladera de Achupallas y Santa Julia en Viña del Mar, que se reproduce socialmente, despuntando – con fe y esperanza – el abandono, la miseria y la precariedad.
Pocos saben el porqué de su nombre, la población fue bautizada así en homenaje al dirigente sindical textil, relegado en dictadura, histórico de la CUT, parlamentario transicional, luchador incansable por los derechos de los trabajadores, que por aquellos días en que se daban los primeros loteos y “tomas”, moría también de cáncer.
Años atrás los vecinos de Manuel Bustos eran retratados, por parte de pro sapientes autoridades, como gentes sobrepasadas a despecho del orden y el progreso, de la salud pública y como desconocedores de las prometedoras políticas habitacionales y urbanas inauguradas con la institucionalización democrática.
Luego vino la agresión a mansalva por parte del municipio Viñamarino. Durante 18 años, los mismos que duró la administración de la señora Reginato, los habitantes de estos márgenes debieron soportar el corte de suministro de los camiones aljibe, del tendido eléctrico, el bloqueo a los intentos de regularización, y la erradicación forzada hacia zonas alejadas, en proyectos habitacionales desemplazados y sin ninguna raigambre territorial.
María Medina venía del sur, llegó con su esposo e hijos a Viña del Mar desde Constitución en la región del Maule. Ningún afán romántico ni ninguna promesa le trajo hasta Manuel Bustos. La agricultura familiar campesina decayó en la zona y la actividad forestal de reemplazo, solo trajo pobreza y desarraigo a su vida y la de su familia. Las grandes infraestructuras, el monocultivo y el cambio en los usos del suelo, le desplazaron hasta aquí.
En la “ciudad bella”, la escasa oferta de suelo urbano y vivienda popular digna, los canones de arriendo inalcanzables, le hicieron optar – como a miles – por la toma de un terreno. No para pulular ni medrar, sino para reproducir la vida. Para echar raíces, vivir en comunidad y ser feliz. Esta es la verdad de la ciudad irregular e informal contemporánea. Una verdad extendida, a lo largo de la creciente metropolización de las grandes urbes chilenas.
María Medina, la desplazada, ha muerto y hoy los mismos que la desoían, denunciaban y empujaban al abismo se conduelen y solidarizan con su causa, enarbolando sentidos y prometedores discursos de admiración y compromiso, en la prensa y en las redes sociales. Pero la Historia dice otra cosa. La Historia del proceso urbano territorial neoliberal chileno dice que, estos no son amigos sino cómplices. Concomitantes – en palabras del Geógrafo Michael Janoschka – con las técnicas de “Gubernamentalidad”; las relaciones de poder existentes, que definen y estructuran los discursos oficiales que factibilizan proyectos de infraestructura y acondicionamiento del territorio en pro de la acumulación por desposesión, con su secuela de desplazamiento involuntario y expulsión de los habitantes, no solo en términos físicos sino también culturales y simbólicos.
El geógrafo chileno Enrique Aliste, ha dicho hace poco que durante el estallido social de 2019, han sido los márgenes urbanos, los territorios y sus expulsados, los que se han vuelto visibles, apareciéndose violentamente en la escena política del país.
Conviene recordar las palabras del Geógrafo y urbanista Luis Álvarez, exdirector del Instituto de Geografía de la PUCV, cuando indicaba que; la reforma urbana, ha sido postergada por más de treinta años en nuestro país. Y queda claro el porqué.
Hemos de esperar, con la misma fe de María que, en el Chile popular, diverso y plural que se ha constituido, la equidad y la justicia territorial, el derecho a la vivienda digna y a los recursos de la ciudad, tengan una expresión fundamental en la sociedad cohesionada del futuro a venir.