Por Gonzalo Tellería Olmos
Arquitecto – UV
Magister (c) en Economía Urbana y PUR – UVM
Hace un buen rato que nuestra ciudadanía exige a la autoridad —o al responsable de la planificación de sus ciudades— mejores estándares en la conformación de sus ciudades, de sus espacios públicos, en la arquitectura de sus edificaciones, en la interacción de la misma con la vida pública, en la presión por más área verdes, en el rescate de su patrimonio, en resumen, por la sustentabilidad de sus ciudades que otorguen una mejor calidad de vida para sus moradores.
Todo ello se supone está normado, y ha sido concebido apropiadamente por los planes estratégicos de nuestras comunas. Sin embargo, en nuestra Área Metropolitana de Valparaíso (AMV) hemos presenciado en los últimos años sucesivas paralizaciones de permisos de construcción y limitaciones para “re-estudiar” casos en localidades como; Concón, Recreo, Barrio O’Higgins, Población Vergara, Zonas de Quilpué, Anfiteatro Valparaíso, Tranque La Luz, Gómez Carreño y ladera sur del Estero Reñaca, por sólo nombrar algunos.
Entonces la pregunta es: ¿por qué fracasan los instrumentos de planificación?
En efecto, planes que parecían perfectamente diseñados —y otros no tanto— no han sido capaces de llevar a la realidad lo que se proponían, o, peor aún, han terminado en algo que nadie lo deseó como resultado. Y esto ha sido independiente del color político del gobierno comunal e incluso independiente del territorio y sus características. Y lo más relevante es que todos estos planes no han logrado impulsar de manera adecuada el desarrollo de sus territorios.
Observando ejemplos virtuosos en otras latitudes podemos sacar rápidamente algunas lecciones que debiéramos urgentemente hacer nuestras e internalizarlas, como:
1. Objetivo; es importante tener por finalidad un salto de nuestras ciudades hacia la generación de riqueza que mejore sustancialmente la calidad de vida de sus habitantes con dinamismo, cohesión, diversidad y una imagen-ciudad que le dé una identidad propia, cosa que debiera estar reflejada en los PLADECOs.
2. Contexto; nuestras ciudades del AMV, por historia y contexto territorial, tienen raíces que más las unen que separan. Es vital, entonces, tener una visión base de carácter metropolitano donde las políticas públicas, y en particular, las de infraestructura sean vistas de manera holística, integradas entre sí y coherentes.
3. Horizonte; se debe contar con macro-planes para 30 años y PRCs para 10 años coherentes con la visión global y sus respectivas bajadas particulares.
4. Estrategia; una planificación a largo plazo que permita coordinar y administrar los recursos para la obtención del objetivo planteado sobre todo aquello que necesitamos para construir ese futuro propuesto.
5. Plan; la sumatoria de proyectos concretos, calendarizados y organizados que se encarguen de materializar la estrategia. Clave resultará hacerles el seguimiento tanto por parte de la autoridad como de la ciudadanía misma.
6. Compromiso Sociedad; El punto más relevante –seguramente- y que tiene hoy a nuestras ciudadanías en constante pugna y desconfianza es el compromiso de sus ciudadanos en el Hacer Ciudad. En efecto, un Plan para las Ciudades involucra no sólo la participación de sus ciudadanos en la Visión y Objetivos de la misma, o en la opinión a tal o cual proyecto, sino que el compromiso colaborativo de la autoridad comunal y de toda la sociedad civil, de las empresas y de la academia. Ésta es la fórmula virtuosa que construye ciudades. Son 4 sectores que confluyen en igualdad de condiciones, cada cual aportando desde sus experiencias y atribuciones en el diseño y construcción de nuestras ciudades del futuro soñado.
Mientras sigamos con desconfianzas, con el maquiavélico juego de “los buenos y los malos”, nos sigamos culpando mutuamente y encontremos en nuestras conversaciones más que sueños y proyectos frases como; “Alcaldes malos administradores”, “Inmobiliarias destructoras de la ciudad”, “Planificadores desprolijos”, “Empresarios abusadores”, “Académicos en su feudo”, “Ciudadanos desprolijos y descuidados” y tantas otras caricaturas y epítetos irreproducibles, no podremos avanzar al verdadero desarrollo, y menos, alcanzar a realizar ciudades productivas, sustentable y dignas de ser vividas y —sobretodo— recordadas.