Por Gonzalo Tellería Olmos
Arquitecto-UV
Magister (c) en Economía Urbana y PUR-UVM
Si algo ha acompañado a la especie humana son las pandemias, las cuales terminan reestructurando su forma de vida y su forma de relacionarse; Fiebre Tifoidea, Viruela, Peste Bubónica, Cólera, Gripes (Rusa, Española, Asiática, Aviar, H1N1, etc.), VIH/SIDA, SARS, Ébola y —hoy— el SARS-CoV-2 (COVID-19), de todas ellas existen antecedentes desde el año 430 a.C.
En el contexto del proceso de urbanización de las ciudades del siglo XX, Chile alcanzó en 1940 superar al mundo rural (52.5 %), y hoy bordea el 90 %. Entre muchas variables de este proceso, la economía de aglomeración trajo muchos beneficios, sin embargo en el actual contexto de la pandemia expone algunas situaciones dignas de relevar.
Entre diferentes variables, pareciera importante relevar el tema densidad y la relación vivienda/espacio público de nuestras ciudades que muestran disfuncionalidades y disparidades de equipamientos, servicios, comercio, y, -sobretodo- conectividad entre ellas que han mostrado un punto débil a la hora de enfrentar el SARS-CoV-2.
El “hacinamiento urbano”, no sólo es habitacional, sino también de otros servicios urbanos. Entran a cuestionarse las soluciones de 1 y 2 dormitorios en grandes alturas que albergan números elevados de habitantes (arriendos compartidos), o de los históricos cités. De hecho, el mayor número de contagiados en Chile no se dio como en Europa entre adultos mayores, sino en las personas en edad activa.
Para una reflexión.
De la concentración de servicios urbanos, es interesante -y de por sí un gran desafío- la propuesta de la alcaldesa de París; “Una transformación ecológica y disminución de la huella de carbono con una ciudad de barrios donde el parisino pueda encontrar todo lo que necesita a 15 minutos de su hogar”.
Con ello se busca un mayor uso de vehículos no motorizados, hacer barrios más autosuficientes y que promuevan la comunidad de vida barrial.
En términos generales, entre tantos temas (economía, movilidad, densidad, arquitectura, espacios públicos, policentralidad, etc.,) quizás el puntapié inicial para mejorar nuestras ciudades –—como bien señala el profesor Humberto Maturana— sean la unidad y la colaboración, entender que la cohesión social no es un lema acuñado porque sí, sino es justamente la cooperación lo que le ha permitido al ser humano se desarrolle y llegue al lugar que hoy ocupa. Ello significaría —entonces— que la sociedad civil más que nunca tendrá que organizarse en pos de un objetivo común, con otra dinámica territorial, donde los actores locales cobrarán una nueva relevancia en el proceso de activar y fortalecer las fuerzas motoras de la ciudad, teniendo presente —quizás más que nunca— la sostenibilidad ambiental.
Como bien señala un viejo refrán; “Si quieres llegar rápido, hazlo sólo. Si quieres llegar lejos, hazlo acompañado”.