Un reciente estudio reveló un incremento del 22 por ciento en la tasa de intentos de femicidio entre el segundo semestre del 2020 y junio del 2021, pleno periodo de cuarentena.
Las localidades con un más alto índice fueron Palena, que registró un aumento de 0,55 a 2,65 casos por cada 100 mil mujeres; Rapa Nui, de 4 a 6; y Valdivia, de 0,42 a 2.
En Parinacota, Tocopilla y Tierra del Fuego, la tasa disminuyó a 0.
Los datos pertenecen al estudio “Femicidio e intento de femicidio antes y durante la pandemia del Covid-19 en Chile”, de los investigadores Rodrigo Salas, de la Escuela de Ingeniería Civil Biomédica y Erika Cantor, candidata a doctora en Estadística, ambos de la Universidad de Valparaíso (UV), junto con la Romina Torres, académica e integrante del comité de género de la Facultad de Ingeniería UNAB. Además, los investigadores son integrantes del recientemente creado Instituto Milenio en Ingeniería e Inteligencia Artificial para la Salud (iHealth).
En cuanto al femicidio, el estudio identificó que en un 27,1 % de los casos el agresor intentó suicidarse o se suicidó; el 49,2 % tanto de los intentos como de los femicidios consumados fueron realizados con arma blanca o elemento cortante. Se encontró también que el uso de armas de fuego incrementó la probabilidad de ocurrencia de un evento fatal. Estas situaciones ocurrieron en mayor porcentaje entre las 12 de la noche y las 7 am.
El estudio indica que los eventos de femicidio siguen sucediendo al interior de los hogares; en el caso de los eventos fatales el mayor porcentaje lo siguen cometiendo sus parejas sentimentales actuales. Cuando el esposo fue el agresor, el riesgo de ser un evento fatal fue de 2,6 veces mayor que cuando lo cometía una expareja.
En los casos de femicidio, las más afectadas fueron principalmente mujeres que se caracterizaban por tener 40 años de edad, ser casadas, de nacionalidad no chilena y/o residentes en áreas rurales. Mientras que entre las características del agresor se cuenta tener 40 años o más y el uso de armas de fuego como factor relevante.
Otro de los aspectos que se menciona en el estudio es que el 80 % de los femicidios ocurrieron en una zona urbana y el 20 % en la zona rural; mientras que el 12 % de los intentos de femicidio se dieron en una zona rural y un 87.8% en la zona urbana.
Los investigadores analizaron datos del Portal de Transparencia, incorporando además información sobre la población, los periodos de cierre y el Índice de Desarrollo Humano (HDI, por su acrónimo en inglés), que evalúa condiciones educacionales, sociales y económicas, encontrándose que el efecto del Covid fue mayor en aquellas comunas con un HDI más alto.
La estudiante del doctorado en Estadística UV Erika Cantor lo explica: “Mientras más alto el indicador HDI significa que la comuna tiene un desarrollo socioeconómico mayor. Eso sugiere que el incremento de las tasas de femicidio durante el COVID-19 fue más alto en las localidades donde tenían mayores recursos, lo que les permitía cumplir de forma más rigurosa las cuarentenas, factor que exacerbó los conflictos y eso se relacionó con el aumento de los casos. En comunas con un desarrollo menor, las personas seguían saliendo para buscar formas de subsistencia”.
La importancia de la denuncia
En cuanto a las conclusiones del estudio, el investigador Rodrigo Salas destaca que “cuando existió una denuncia previa, las tasas de femicidios fueron menores, lo cual muestra que la denuncia tiene un efecto que permite reducir estos eventos al igual que cuando hay niños en común. Es importante que las mujeres usen el mecanismo legal, que hagan la denuncia, porque tiene un efecto que evita que se consume el femicidio. Lamentablemente, sigue habiendo violencia, pero al menos se han reducido las consecuencias fatales”.
Para la investigadora Romina Torres, «la igualdad de género debe trabajarse desde todas sus aristas. El estudio y la visibilización de la violencia, en este caso en su máxima expresión, es fundamental para entregar insumos que ayuden a generar un ambiente más seguro para todos. La violencia contra la mujer es un problema en aumento y silente. Se da principalmente en los hogares, por lo que se deben generar alarmas y herramientas para que no suceda”.
Rodrigo Salas comenta que “los datos que arrojan estas investigaciones permiten apoyar la toma de decisiones de forma informada. Cuando se implementó la estrategia del plan Paso a Paso para controlar el Covid posiblemente no se contempló el potencial impacto que podría tener en la salud mental de las parejas y las familias, con todos los daños colaterales que se generaron, lo que debe ser un aprendizaje a futuro. Lo cierto es que en muchas situaciones el agresor sigue viviendo con la víctima y como país debemos lograr eliminar la violencia contra la mujer”.