No está claro si se llama Samaritan o Némesis la película, creo que es la primera vez que Sylvester Stallone propone una producción donde él aparece como una especie de fantasma con superpoderes. En tiempos convulsos, donde miramos por todos lados esperando a alguien que frene tanta escalada de violencia, que aparezca un ser como cualquier, sin capa ni máscaras, y con un desgano digno de las actuales policías, da algo de esperanza a la humanidad.
Stallone lo hizo con Rocky en los 80, con ese púgil originario de Italia que a puros combos trató de sacar a su familia de la pobreza. Luego surge Rambo, que representó a un montón de estadounidense que nunca entendió la guerra de Vietnam, pero así y todo soñó con ganarles a esos asiáticos que bajaban de los árboles para aniquilar a los gringos.
A Sylvester siempre le gusto pegar duro. Y como esta de moda, dijo que es el momento de personificar a un héroe decaído, fuerte, pero manso; un reflejo de que lo que es hoy es USA: un montón de destrucción, esperando que aparezca Batman, Superman, Iron Man. No por poco, Marvel y DC siempre se empinan entre las empresas de historietas preferidas de los lectores porque siempre ronda esa idea que —de un puñetazo— un superhombre pondrá en orden las cosas.
Se viven momentos complejos y Stallone lo sabe. Y por lo mismo presenta esta película bastante digna. Ochentera. Simple. Lo diseña y produce bien. Un filme que hay que ver. Tiene todos los componentes para proponer una película de acción, y de muy buenos ratos; aunque es evidente que el autor o los autores quieren dejar un mensaje de esperanza, sin trajes de acero para evitar el desastre: solo la idea de que al final no existen los buenos ni los malos.
Solo somos humanos creyendo que alguien nos salvará y resulta que solo nos salvamos mirándonos al espejo.
Sin máscaras.
«Samaritan»
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