Por Edgardo Riveros
Académico de la Facultad de Derecho de la UCEN
La imagen del gobernante ruso, Vladimir Putin, como sagaz estratega se ha deteriorado a causa de la invasión a Ucrania. Individualizado como responsable directo de la guerra de agresión desatada en el país europeo, ha dejado de manifiesto errores de cálculo y estratégicos de envergadura.
El desarrollo de los hechos indica que no percibió la capacidad de reacción ucraniana. Seguramente, incentivado por lo ocurrido años antes en Crimea, pensó en una acción relámpago, en una Blitzkrieg, según el concepto alemán. El próximo 24 de octubre se cumplen ocho meses del inicio de las hostilidades, lo que nos muestra un conflicto bélico prolongado, fuera de toda planificación por parte de Rusia.
Tampoco parece haber entrado en el análisis de Putin la dimensión que podía alcanzar el Jefe de Estado ucraniano, Volodimir Zelensky. Hubo una desvaloración de sus atributos y ha sorprendido su coraje, liderazgo y capacidad comunicacional. Además, una cualidad esencial en un cuadro como el desencadenado, esto es, capacidad para cohesionar a la población, la que ha llegado a niveles de heroísmo en su reacción.
Zelensky, al colocarse a la cabeza de las acciones, ha logrado una capacidad de liderazgo indiscutido. De esta forma, si se esperaba un quiebre en la población ucraniana, ha ocurrido lo contrario, lo que ha traído consigo un fortalecimiento su líder. Si el gobierno ruso pensaba en un desplazamiento rápido del gobierno para facilitar la invasión, se ha producido lo contrario.
Otro aspecto que considerar es la reacción de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea (UE). La primera organización señalada pasaba por problemas y tensiones, particularmente en el gobierno de Trump. Por tanto, el Jefe de Estado ruso parece no haber calculado que la OTAN reaccionaría con la capacidad y coordinación que ha mostrado, lo que ha permitido un refortalecimiento, incluso con la voluntad de adhesión de Estados que se habían mostrados reacios a ello, en razón de su política de neutralidad, como Suecia y Finlandia. Los países de la OTAN no pueden actuar directamente en la guerra, pero han dado apoyo significativo para sostener la reacción.
Por su parte, la UE, que también mostraba debilidades a consecuencia del Brexit, ante los acontecimientos en Ucrania ha debido reaccionar cohesionada respecto a sus 27 integrantes, adoptando medidas económicas significativas y enfrentando ámbitos de especial sensibilidad como la acogida de refugiados.
Desgraciadamente no se avizora un término del conflicto, ni siquiera un alto el fuego para negociar una salida. Pero, es de esperar, que la prolongación sea considerada por las partes, particularmente por Rusia por ser el responsable de la acción inicial, para incentivar una salida diplomática al conflicto que ha tenido efectos dañinos para todo el planeta.