Según la última Encuesta Nacional de Salud —realizada en 2017—, un 12,3 % de los chilenos padece diabetes, es decir, cerca de 2,2 millones de personas, la mitad de las cuales acuden a control. Hay varios tipos de diabetes, siendo las más comunes la Tipo 1 y Tipo 2, concentrando esta última el más del 90 % de los casos.
Expertos advierten que estas cifras, consideradas un problema de salud pública hace ya algunos años, han experimentado un crecimiento importante debido al SARS-CoV-2, enfermedad que trajo consigo un mayor sedentarismo, exceso de alimentos ultra procesados y postergación de los controles preventivos.
“La diabetes es la otra pandemia silente que tenemos, junto todo lo que refiere a salud mental, cardiovascular y metabólica. Un relato común pospandemia es estrés y aumento de peso, debido al confinamiento, lo cual empeora la condición que ya teníamos hace un par de años, cuando Chile lideró el ranking de países de la OCDE con mayor obesidad (74 % de la población adulta)”, explica el doctor David Sanhueza, endocrinólogo Jefe de Diabetes y Medicina Ambulatoria del Hospital El Pino.
El endocrinólogo explica que esta “otra pandemia” pasa desapercibida, pero sus consecuencias son enormes. «Muchos pacientes no se controlaron durante más de 2 años, no saben que tienen diabetes y llegan cuando el problema ya está latente: cuando aparecen en la urgencia, o se hacen algún examen por otro motivo, porque fue derivado por alguna otra complicación o tuvieron un problema en la vista y el oftalmólogo los derivó, etcétera», dijo.
En este contexto, el director ejecutivo de la Fundación Mi Diabetes, Marcelo González, señala que “por las consecuencias que ha dejado el Covid, en temas postergados de todo orden, la diabetes es un reto impostergable para la Salud Pública. La pendiente que tenga el transitar por esta enfermedad dependerá en gran medida de lo que haga el Estado, pues si bien la diabetes no tiene cura, sí se pueden mejorar los tratamientos de quienes la padecen y hacer acciones reales y concretas de prevención”.
“Si hacemos políticas a nivel país, podemos lograr que los cambios sean más sustentables y duraderos en los pacientes. Es urgente que se actualicen las canastas de tratamiento garantizadas (hoy con limitación de fármacos seguros y eficaces) y de las guías clínicas de la enfermedad, sumado a una legislación que derive en una Ley Nacional de la Diabetes, que incorpore una visión de Estado de alimentación saludable, acceso a fármacos, tratamientos personalizados e incentivo a la práctica de actividad física”, comenta González.
A lo anterior, explica, se deben agregar estímulos a la alimentación saludable y políticas públicas que tengan que ver, por ejemplo, con disminuir los imprevistos o poner subsidios a lo que tiene que ver con la alimentación. El costo de la vida está haciendo que los pacientes se alimenten de maneras distintas y hoy es más caro alimentarse saludablemente que elegir ultraprocesados.
«Queremos que ojalá a cada paciente que ingrese a un sistema de atención de salud, se le practique un examen de diagnóstico de diabetes. Cuando los casos de una patología se han disparado, el Estado se ha hecho cargo de esta situación: lo hizo en 2011 al establecer la obligatoriedad de los exámenes de VIH y esperamos suceda lo mismo con la diabetes”, dice Marcelo González, quien además hace una invitación a seguir las redes sociales de Mi Diabetes y a donar sus datos para adquirir fuerza y luchar en conjunto por mejores condiciones que impacten la vida de las personas con esta enfermedad.
Hay que destacar que en Chile, el 80 % de los pacientes se atiende en el sistema de salud público —donde están las mayores complicaciones—, el cual no cuenta con nuevas terapias y su costo en farmacias es muy elevado.
Factores de riesgo
La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por un alto nivel de glucosa en la sangre. La insulina es una hormona que lleva la glucosa —proveniente de los alimentos que uno ingiere— hasta las células del cuerpo, para darles energía. Si no hay insulina, o su producción presenta problemas, la glucosa se acumula en la sangre, que con un efecto acumulativo provoca las complicaciones de la diabetes.
En la diabetes tipo 1 el déficit de insulina es total, se manifiesta en muy poco tiempo, y se origina en una falla auto inmune del propio cuerpo. No hay forma de prevenirla. El único tratamiento efectivo hasta ahora son las inyecciones de insulina exógena, ya sea a través de jeringas, lápices o bombas de infusión continua de insulina.
En tanto, en la diabetes tipo 2 la producción de insulina se ve alterada por varias razones, siendo por lo general progresiva, pudiendo tomar varios años antes de que los primeros síntomas se manifiesten.
“En la Diabetes tipo 2 sí hay mucho más que hacer, la genética pesa muchísimo más, es todo un ambiente que muchas veces tiene que ver con conductas familiares, pacientes que tienen a toda su familia con sobre peso u obesidad y conductas que son de riesgo, desde el punto de vista de estilo de vida, sedentarismo”, concluye el doctor David Sanhueza.
Los síntomas frente a los que hay que estar alertas son pérdida repentina de peso, hambre intensa, sed desmedida, orina frecuente, infecciones recurrentes, heridas que no cicatrizan, sensación de cansancio permanente entre otras.