La COP27 realizada en Egipto ha abierto el debate sobre los medios de transporte que utilizan los representantes de los países para asistir a esta cumbre que pretende mitigar el cambio climático. El avión privado es el predilecto por los líderes mundiales, pero produce gases de efecto invernadero, y según cálculos del grupo Transport and Environment, puede emitir hasta 50 veces más contaminantes por pasajero que un tren.
Activistas ambientales han dejado ver su preocupación realizando una serie de intervenciones, entre las cuales está haberse sentado frente a las ruedas de algunos aviones privados para evitar su despegue. Destacan la ironía subyacente que para viajar a una cumbre climática que busca reducir los efectos de los gases de efecto invernadero, se utilicen medios de transporte altamente contaminantes.
Osvaldo Bahamondes, jefe de Capacitación, Extensión y Postgrados del Departamento de Aeronáutica de la Universidad Técnica Federico Santa María, plantea que es difícil generalizar en estos casos, debido a que el consumo de un avión ya sea privado o comercial, dependerá de factores como su tamaño o el año de fabricación detrás de la tecnología de su motor. El experto indica que los más modernos suelen contaminar menos que aquellos que ya tienen más años.
De igual forma, aunque un vuelo comercial usa más combustible por hora que uno privado, la principal crítica a los jets de menor tamaño se concentra en el hecho de que los aviones más grandes pueden transportar muchos más pasajeros y, por lo tanto, causan menos emisiones por persona.
Sin embargo, según Bahamondes, deben tomarse en cuenta otros factores con relación a los vuelos comerciales “es posible que el avión comercial no vaya directamente al destino donde tengo que ir. Entonces se deben realizar transbordos o escoger una ruta más larga para buscar la escala que corresponde. Los aviones consumen mucho más en la etapa de despegue y aterrizaje. Si la persona hace escalas, va consumiendo más, en relación con un jet privado”.
Respecto a esta crítica, muchos participantes y líderes han puesto énfasis en las decisiones que puedan tomarse en la cumbre, más que en los gases de efecto invernadero producidos por los aviones que los transportan.