Por Rodrigo Zambrano, director de Research Chile.
Dada la reciente visita del Presidente de Argentina a nuestro país es bueno comprender lo importante (y complejo) que resulta para ambos países generar confianzas recíprocas. Partiendo por lo obvio, Chile y Argentina comparten una de las fronteras más extensas del mundo, y dada su ubicación geográfica, son los únicos países americanos con una proyección real al continente antártico.
A su vez, su ubicación en el mapa les da una ventaja comparativa sobre el resto de los países de la región, no sólo en el reclamo de soberanía antártica, sino por el hecho de que ambas naciones no “dependen tanto” de las principales rutas marítimas (Canal de Panamá, Canal de Suez o acceso a puertos asiáticos) ya que ambos estados pueden tener acceso a diferentes océanos sin depender de terceras potencias.
Frente a estos hechos, lo esperable es que Chile y Argentina tuvieran una política integral que les permitiera defender, unidos, sus intereses. Esa esperanza creció en los años “noventa” del siglo pasado, sin embargo, dicho acercamiento nunca se materializó en tener una visión geopolítica similar, por lo que el trabajo coordinado se enmarcó en acciones puntuales (construcción de gasoducto o delimitar puntos no conflictivos de la frontera) en vez de delinear una postura única como países.
Actualmente ambos países (sin considerar la pretensión antártica) tienen 2 controversias territoriales, una relacionada con la delimitación de la frontera en “Campos de Hielo Sur” y otra por la reclamación que ambos estados hicieron para que se les reconociera la extensión de su plataforma continental en el mar austral, pero creer que por estas diferencias se explica la falta de unión de ambos estados es un error. Lo normal es que países vecinos (y sobre todo los que provienen de una colonia común) tengan problemas territoriales, pero también es cierto que tienden a ser capaces de resolver sus diferencias y actuar en conjunto en determinados temas que los convoca (como fue el caso de la frontera marítima con Perú y la creación posterior de la “Alianza del Pacífico”).
Excusas para no tener una estrategia común son muchas. Sin embargo, es un hecho que Chile y Argentina tienen visiones distintas de la realidad, imposibilitando que ambas naciones puedan tener una visión única como “países del cono sur de América”. Sólo de esta forma se puede entender que mientras Argentina se acerca a los BRICS (unión de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Chile le da su apoyo a Ucrania en desmedro de Rusia, o el hecho de que mientras Argentina busca la creación de una moneda electrónica común con Brasil, Chile pretende potenciar la “Alianza del Pacífico”. Por esto, y a pesar de que el continente nos una, las ideas fundantes nos separa condenándonos irremediablemente a ser vecinos pero no buenos amigos.