Por Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía.
Desde el momento que el ser humano fue capaz de erguirse, utilizando para ello sus pies y piernas, como asimismo el uso de sus manos para aprehender y manipular cosas, comienza una evolución definitiva de éste que en adelante no habría de tener detención; la que en sus etapas primigenias se relaciona con la elaboración de herramientas de uso cotidiano, como también de las primeras y rudimentarias armas, para la caza y la defensa frente a otros grupos humanos, en su disputa por asegurarse la propia alimentación y supervivencia.
Si nos instalamos en una línea de tiempo, notaremos que inicialmente esta evolución -miles de años- fue notablemente lenta entre un hito y otro de su desarrollo; pero que poco a poco y tomando como base la información que nos entrega la antropología y la historia, es posible observar como la distancia entre los hitos que marcan el desarrollo humano, están cada vez más cercanos, tanto en lo temporal como en lo espacial, debido a la creciente complejidad de todos los procesos y dificultades que los humanos han debido enfrentar en las diferentes épocas, generando producto de ello una gran capacidad inventiva que les permitió encontrar las soluciones y respuestas requeridas para cada momento.
Este fue un largo caminar de la humanidad, que duró como ya se dijo, miles de años, hasta que en la segunda mitad del S. XVIII (1760), nace en Inglaterra la llamada Revolución Industrial, un movimiento socio-cultural y económico que constituye el hecho fundamental que cambió el modo de vida de la humanidad, de manera tangible e irreversible; permitiéndonos hablar de un antes y un después de esta revolución, la que se asocia con el invento de la máquina a vapor, mediante la cual los humanos por primera vez pudieron realizar tareas industriales o agrícolas, reemplazando la fuerza de trabajo de las personas o de los animales, por la fuerza de una máquina, tareas que en adelante se realizaron a gran escala; situación que desencadenó una gran migración desde el campo a las ciudades, provocando un violento cambio en la sociedad de entonces, dando paso al nacimiento de la clase obrera y por ende al surgimiento de los movimientos obreros que luchaban por la reivindicación de sus derechos.
En esta época surgieron un sinfín de inventos e innovaciones tecnológicas, como el barco de vapor, la bombilla de luz, el telégrafo, la máquina de coser, los vehículos a motor, la siderurgia, el pararrayos, el ferrocarril, la bicicleta, la máquina de escribir, la prensa de imprimir, el alumbrado a gas y muchos otros, siendo menester reconocer que la máquina de vapor fue el invento más importante de la revolución industrial, pues sólo en base a éste pudieron generarse la seguidilla de inventos que ya mencionamos, constituyendo en forma indiscutible, la plataforma tecnológica inicial que permitiría el desarrollo de la humanidad hasta los tiempos actuales.
De lo anterior es posible concluir que los avances de la revolución industrial, desencadenaron una dura competencia entre las industrias más poderosas existentes, generándose mucha investigación privada que apadrinó muchas de las importantes ideas e inventos de algunos genios de la época; situación que llevó a que un invento como la máquina de vapor, en el contexto de la competencia posibilitara una cadena creciente de otros inventos de notable importancia.
Si bien muchos de nosotros sólo identificamos o conocemos a la llamada revolución industrial (1760-1840), que tuvo su origen en Inglaterra, existen a continuación de esta – que sería la primera- tres revoluciones industriales más, que son las que nos conducen y conectan en el tiempo, en una, cada vez más sofisticada evolución tecnológica, hasta llegar al momento tecnológico actual (S.XXI).
Seguidamente tenemos la segunda revolución (1870-1914), período en que varias potencias de la época -Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Estados Unidos, Países Bajos, Luxemburgo y Japón-, sufrieron profundos cambios sociales políticos y tecnológicos; etapa que destacó por la producción en masa, líneas de montaje, uso generalizado de la electricidad, motor de combustión interna y el teléfono.
Posteriormente, se genera en continuidad la tercera revolución, la que no tiene una fecha clara de inicio, debido a las desigualdades económicas existentes entre los países, que por lo mismo no estaban en condiciones de asumirla al mismo tiempo; aun así, se considera como una fecha aproximada para ello, la medianía del S. XX. Esta tercera revolución comenzó en los países más desarrollados, como Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea, con el paso del tiempo muchos países menos desarrollados se han ido sumando a estos cambios.
Finalmente, a finales de la primera década de los 2000, nace en Alemania la cuarta revolución -industria 4.0- concepto que hace referencia a la mayor transformación de la sociedad en los últimos dos siglos; es la revolución de los datos y el Big Data, del almacenamiento masivo y la inteligencia artificial, donde la tecnología se convierte en una herramienta aliada para mejorar la calidad de vida y el trabajo de las personas.
Esta etapa reúne técnicas de producción con sistemas inteligentes, que se integran con las organizaciones y las personas, destacando los llamados sistemas ciber físicos, que son una integración de sistemas de diversa naturaleza, cuyo objeto es controlar e interactuar con un proceso físico y, a través de la retroalimentación adaptarse a las nuevas condiciones en tiempo real; algunos sistemas ciber físicos son los drones, vehículos autónomos, prótesis biónicas, entre muchos otros.
Este concepto relativo a la industria 4.0 fue acuñado por Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial en el año 2016, en el contexto de este mismo foro, quien opina que si la tercera revolución industrial es la revolución digital, que entró en vigor a mediados del S. XX, que consiste en una fusión de tecnologías; esta cuarta revolución está marcada por avances tecnológicos emergentes en diversos campos, como son la inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, computación cuántica, biotecnología, internet de las cosas e impresión 3D.
Los párrafos anteriores entregan una modesta reseña de lo que significó la revolución industrial – considerando las cuatro revoluciones de las que ya hablamos- en el desarrollo humano, la que sin duda habría de ser un aporte significativo y sustantivo para la evolución tecnológica que evidenciamos en estos días, donde es posible constatar el cómo se fue produciendo el reemplazo de la mano de obra y el uso de la inteligencia humana para manejar los procesos de trabajo y por tanto las relaciones sociales y económicas; por nuevas instancias que en este momento están revolucionando al mundo, donde los seres humanos se han visto obligados a cambiar y acomodar su modo de vida, a la realidad tecnológica del S.XXI.
Esta nueva realidad está comandada e implantada en forma global, por los criterios que maneja la llamada Inteligencia Artificial (I.A.), los que son entendidos y manejados por una minoría, quedando fuera de este dominio una gran mayoría en el contexto de la sociedad, lo que sin duda es un asunto preocupante, pues una vez más, al igual como ocurre con el tema de las ciencias, el acceso a estas, está reservado solamente para unos pocos.
Pero, ¿Qué es la I.A.? Se la define como “la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades del ser humano”; definición que al parecer, en el contexto tecnológico actual, resulta demasiado adelantada y desproporcionada, aun considerando los grandes avances alcanzados en la materia; pues se debe considerar que las capacidades de un ser vivo como el hombre, que se sustentan en un sofisticado software biológico, por el momento, difícilmente podrían ser replicadas por una máquina.
Desde hace algunos años la I.A. se ha estado haciendo presente en nuestro día a día y en todo momento, realidad que poco a poco se ha ido instalando en todas las actividades de las personas y de la industria que sostiene la economía de un país, área en que la I.A. está entregando un importante impulso para el uso del Big Data.
En definitiva, lo que importa asumir, es que el gran avance de la tecnología, teniendo a la I.A. como uno de sus más destacados exponentes, no hace más que señalarnos el camino de la aceptación de esta realidad; teniendo en claro que esta inteligencia, por ser artificial, solo es una herramienta más, como otras en el pasado, que está al servicio de la humanidad y así es como deberíamos entenderlo.