No sólo en un éxito de taquilla se ha convertido la película “Oppenheimer” del director Christopher Nolan al retratar de manera magistral al denominado “padre de la bomba atómica”, sino que se ha vuelto un aliciente para conocer el rol de los científicos en la creación de los artefactos nucleares con los cuales se puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de la ética y de las preguntas sobre lo correcto o incorrecto de haber lanzado las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el film muestra en detalle la ardua labor de los investigadores, liderados por el físico J. Robert Oppenheimer, quienes se fueron con sus familias a un lugar aislado de Nuevo México, Estados Unidos, donde se construyó el Laboratorio Nacional de Los Álamos, espacio en el que se desarrollaron las armas letales en el marco del Proyecto Manhattan.
Al respecto, el profesor del Departamento de Física de la Universidad Técnica Federico Santa María, Gonzalo Fuster, comentó que efectivamente la película “Oppenheimer” ha despertado un nuevo interés por conocer más detalles sobre la bomba atómica y ha abierto más espacios de conversación y debate sobre la historia y la marca que dejó en la humanidad la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo, el académico explicó que siempre que el hombre interviene en algún aspecto de la naturaleza surgen “aspectos positivos y negativos, lo cual ha ocurrido desde la prehistoria. Por ejemplo, la invención del fuego que tiene su lado bueno y malo, o la misma agricultura que aumentó la disponibilidad de alimentos, pero también generó la introducción de fertilizantes y pesticidas nocivos para el medio ambiente, y el exterminio de especies nativas para obtener madera y liberar terrenos para cultivos a gran escala. En fin, esto pasa con todos los inventos. Los científicos no son los responsables de su uso, sino los gobiernos de los países donde están insertos”.
En la creación de la bomba atómica desde sus inicios los científicos tuvieron protagonismo, sostuvo Gonzalo Fuster, “primero porque dos químicos alemanes (Otto Hahn y Fritz Strassmann) descubrieron en 1938 que era posible la fisión cuando hay un núcleo de uranio inestable, con lo que se produce la liberación de energía”.
A este fenómeno los físicos Lise Meitner y Otto Frisch, que tenían contacto con Hahn y Strassmann, tras el análisis de datos lo denominaron en 1939 como fisión nuclear.
Luego de este descubrimiento, que hacía realidad la teoría de una reacción en cadena a partir de la fisión nuclear de uranio y, por ende, una explosión, la comunidad científica se puso en alerta, lo que quedó reflejado en la carta que el premio Nobel Albert Einstein y el físico húngaro Leó Szilard enviaron al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, en la cual le indicaban que con este hallazgo existía un potencial militar, es decir, la creación de la bomba atómica, que podría ser desarrollada por la Alemania nazi.
La misiva dio resultado, ya que al poco tiempo se iniciaron las investigaciones que son la base del Proyecto Manhattan.
Dos bombas
En el Laboratorio Nacional de Los Álamos los científicos desarrollaron dos bombas, “una de uranio y otra de plutonio, la primera fue lanzada en Hiroshima y la segunda en Nagasaki. La bomba hecha de uranio, que requirió de mucho trabajo para conseguir las cantidades necesarias a fin de alcanzar la masa requerida, era del tipo cañón, activándose por medio de un proyectil. En tanto, la de plutonio se hizo estallar con explosivos alrededor de la bomba, que implosionaban”, contó Gonzalo Fuster.
Nueva era
Tras el lanzamiento de las bombas, se instaura una nueva era mundial: la era atómica y varias naciones comienzan una carrera armamentista. En el presente, los países que tienen bombas nucleares, en orden de su adquisición, son Estados Unidos, la Federación Rusa (ex Unión Soviética), el Reino Unido, Francia y la República Popular China. Otros tres países, India, Pakistán y Corea del Norte han realizado pruebas nucleares.
En este sentido, el académico del Departamento de Física manifestó que “en los años 60 hubo muchas pruebas nucleares en el mundo, algunas de las cuales se hacían a la intemperie, por lo que los restos radiactivos que se generaron se esparcieron por los vientos a muchos territorios, existiendo hoy en día una mayor cantidad de radioactividad en la atmósfera”.