Con fecha 10 de noviembre del 2023, se inauguró la duodécima versión del prestigioso festival cultural Puerto de Ideas Valparaíso, el que se ha instituido como un notable espacio cultural que considera en su organización la invitación de importantes expositores en una gran diversidad de temas -ciencias, tecnología, filosofía, neurociencia, artes en general y otros; de nuestro país y del mundo, que son los encargados de entregar sus valiosos conocimientos a los afortunados asistentes a este evento, que ya se ha convertido en tradicional para los habitantes del Gran Valparaíso.
Esta actividad de inauguración, fue instalada en la persona de Irene Vallejo, escritora y filóloga española que nació en Zaragoza en 1979, quien hizo una presentación de su ensayo “El infinito en un junco” – best-seller que ya ha vendido aproximadamente un millón de ejemplares- mediante el cual paseó a los asistentes en un viaje ancestral que tiene que ver con los orígenes y la historia del libro, su escritura y por supuesto su lectura.
Sinópticamente se puede decir que este ensayo, como ya se dijo, es un recorrido por la vida y vicisitudes del libro y de quienes lo han salvaguardado por casi treinta siglos, fascinante recorrido por la vida de este artefacto -libro- que fue inventado para que las palabras pudieran viajar y perdurar en el tiempo y el espacio; ciertamente es un ensayo, pero también es un libro de relatos y de memoria histórica, que fue galardonado el año 2020 con el “Premio Nacional de Ensayo” entregado en España, el que ante la sorpresa de todos se ha convertido en un fenómeno editorial.
Irene Vallejos es doctora en filología clásica, de donde le viene su actual e intensa labor de divulgación del mundo clásico y su cultura. De su obra literaria destacan La luz sepultada, El silbido del arquero, además de ensayos y libros infantiles, como también una extensa producción de artículos que dan cuenta de su versatilidad y de su clara y definida articulación con los clásicos; de los cuáles sólo mencionaré algunos, tales como Tener un cuerpo, Tómbola, La era de la ira, Terrenales, Ser Sur, El demonio del mediodía, La conjura de las pelmas, dualistas y duelistas, Puro cuento, Ébano vivo, La mancha humana, No amarás.
Ante el paso y el peso de los clarines rimbombantes de la modernidad, característica de los tiempos actuales (siglo XXI), los clásicos se han ido alejando poco a poco de la cotidianidad de nuestras sociedades, lo que no significa que se haya perdido por completo el nexo, pues el interés por los clásicos aún se sigue manteniendo en algunos grupos que están interesados en seguir con el contacto y el conocimiento de las antiguas culturas de las cuales tenemos mucho que aprender siendo el libro el vehículo para ello.
No obstante que esto sea así, según nos relata Irene Vallejos en su libro El infinito en un junco; en todos los tiempos, desde los orígenes mismos de la escritura y la aparición de los primeros libros en papiro, siempre han existido y seguirán habiendo detractores del libro; pero también y que es lo que interesa saber, siempre han existido los que ella llama “los salva guardadores del libro, de la palabra, y el lenguaje,” y por último del conocimiento y la cultura de los clásicos, los que también encontramos en la modernidad que es la que nos toca vivir, situación que podemos calificar de ser atemporal, pues ya sea en la antigüedad como en el tiempo presente, seguirán existiendo estos detractores y salva guardadores del libro.
Frente a este panorama y después de haber escuchado la presentación de Irene Vallejos, dando cuenta del porqué de su libro; la que para muchos de los asistentes era una desconocida en el ámbito de las letras; es preciso reconocer sin siquiera dudarlo, que esta joven escritora pareciera ser una persona que por su forma de ser y de escribir, representa una creatividad que sólo se alcanza con el paso de los años; como es el caso de un Pablo Neruda o Gabriela Mistral en Chile, un Borges en Argentina, un García Márquez en Colombia y muchos otros que todo país tiene en suerte haber cobijado.
Arriesgando ser criticado, me atrevo a sostener – pues la opinión me lo permite- que la madurez de esta escritora, está dada por el duro entorno de vida que le ha tocado asumir, y por la firmeza entregada por la mano amable de la musa clásica que nunca la ha abandonado, elementos todos, que han hecho de su vida un estado de permanente resiliencia que la ha llevado a superar todas las barreras que el mundo actual le ha presentado, alcanzando por fin el cumplimiento de sus objetivos en un espacio extremadamente difícil, como es el de los escritores y de las editoriales, las que muchas veces por determinados intereses económicos, cierran sus puertas a quienes se inician en este duro oficio.
El título del libro El infinito en un junco, además de ser una síntesis máxima de su contenido, es verdaderamente una obra de arte de la creación literaria, pues en este encontramos la vinculación de dos elementos que para nuestras mentes pudieran parecer contrarios, representando un verdadero dualismo; por un lado el infinito, concepto de características cualitativas de muy difícil comprensión; por otro lado el junco, elemento material existente en la naturaleza, siempre dispuesto a su bisección o al conteo de sus partes constituyentes por parte de las ciencias mediante el método científico que es eminentemente cuantitativo.
Tenemos pues, dos elementos -infinito y junco- que por separado se reconocen como diferentes, pero que forman parte de un mismo todo, en una especie de asociación que permitió la aparición del libro en una etapa evolutiva más avanzada, dejando atrás la escritura en piedra, arcilla, corteza de árboles y otros elementos.
Este asombroso artefacto -libro- ha superado la prueba del tiempo pues, aunque hayan pasado muchos siglos desde su aparición, sean cuales sean los acontecimientos nefastos sufridos por la humanidad -guerras, plagas, pandemias- el libro sigue estando ahí.
Los clásicos son el manual de instrucción que ha tenido la humanidad, pues aunque para algunos pareciera ser que todo lo antiguo es añejo, obsoleto y desechable, resulta ser un juicio liviano y desinformado, pues en el ámbito de la escritura de libros como los clásicos – Platón por ejemplo- aunque hayan pasado los siglos puede darse por sentado, que aun teniendo presente el gran desarrollo tecnológico y científico a través del tiempo, los clásico seguirán estando vigentes pues sus relatos y sus historias dan cuenta de situaciones contractuales de vida que no difieren grandemente con las del ser humano del siglo XXI, experiencias del pasado que pueden aportar grandemente al desarrollo y el conocimiento de la humanidad.
Un buen ejemplo de lo anterior y como una forma práctica de dar a entender o de dar respuesta a la pregunta de ¿por qué seguir leyendo a los clásicos? Nada mejor que acudir a Platón y a su famoso y tan conocido mito de la caverna, mediante el cual es posible constatar situaciones de vida similares por no decir que iguales ya sea en el mundo clásico como en el mundo actual.
En palabras simples, Platón nos presenta en forma alegórica, la situación de vida de personas que viven en una caverna de gran oscuridad, única realidad que conocen sobre la cual construyen su modo de vida, la que para estos es su verdad. Pasar de la oscuridad de la caverna -que para Platón es el ámbito de la ignorancia- a un espacio de luz fuera de la caverna – que representa el ámbito de las ideas y el conocimiento consciente de su entorno- no es más que traspasar ese umbral que nos instalará en una posibilidad epistemológica que nos puede entregar mejores modos de vida.
Pasar de la realidad de la caverna a la realidad lumínica, es una situación de vida que en todo momento y en todo tiempo, estará a disposición de los humanos, como si fuera un portal transformador que posibilita el tránsito de la ignorancia al conocimiento.
Parafraseando lo ya dicho, podemos afirmar que el mencionado portal, no es otro que el libro, el que nos puede llevar a nuevas dimensiones de lo humano, que por su carácter cualitativo no es posible prever; pero que sin duda tiene que ver con conocimiento, cambios estructurales en el modo de vida, calidad de vida, empatía con nuestros pares, solidaridad y cooperación, permitiéndonos alejar de nuestro hábitat social, uno de los mayores males de la sociedad; la irreflexiva, malsana y disociadora competencia, que en palabras de Humberto Maturana, es el mayor impedimento para una verdadera colaboración entre los seres humanos.
Finalmente, sólo me queda recomendar la lectura de esta gran obra de la literatura El infinito en un junco, que más que española, es una creación para el mundo, mediante la cual es posible darse cuenta de lo importante que han sido los clásicos en el desarrollo cultural de los diferentes pueblos; donde los esfuerzos de Irene Vallejos al parecer la convierten en la salva guardadora del libro en general y del libro y cultura clásica en particular para el siglo XXI.
Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía y Crítico literario.