El miedo es una manifestación intrínseca del ser humano, que existe desde los orígenes mismos de este, condición que lo convierte en un ser adaptativo con el medio ambiente en que vive y en la relación con sus pares. Son muchos los enfoques existentes en relación al miedo, ya sea en la antigüedad como en el mundo moderno, encontrándose en esta larga línea de tiempo “grandes coincidencias” en su entendimiento; teniendo en cuenta que el miedo es una especie de mecanismo de defensa innato ante el peligro, que se manifiesta desde lo fisiológico y lo psicológico.
Esta coincidencia en entender el miedo se ve reflejada en diferentes disciplinas; así, por ejemplo, para la ciencia el miedo en su ámbito físico-biológico, se encarga de regular las emociones de lucha, huida y ante todo de conservación del individuo; para la filosofía es una respuesta fisiológica innata, cuya función principal es garantizar la supervivencia de la especie, considerando al miedo como una emoción básica y fundamental en diversos animales, incluido el ser humano; para la psicología es un estado afectivo, emocional necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad, ya que el individuo puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
En el ámbito de la psicología, el temor o el miedo es un patrón de activación fisiológica y emocional con valor adaptativo, pues nos permite evitar el peligro en forma inmediata, muchas veces de manera independiente de nuestra intencionalidad consciente.
Se dice que los miedos y temores, habitualmente son psicológicos y marcados por un fuerte subjetivismo influenciado por factores individuales, como las experiencias pasadas, las creencias, valores y percepciones personales, los que pueden estar asociados a situaciones reales como también a situaciones imaginadas o anticipadas.
Respecto del miedo tenemos dos facetas de este que es importante destacar, por una parte, que es una emoción con consecuencias positivas pues nos lleva a ser más precavidos frente a determinadas amenazas, poniéndonos en situación de reaccionar frente a lo que nos asusta, protegiéndonos para no incursionar en una acción que pudiese ser perjudicial para nuestra integridad personal.
La otra faceta del miedo desde su perspectiva negativa, es que, en determinados casos de miedos irreales o creados por nuestra psiquis, pueden producir estados de gran angustia, sintiéndonos amenazados por un peligro sin saber cuál es ese peligro, lo que termina por gatillar los trastornos de ansiedad.
La ansiedad como producto de estados de angustia producidos por miedos que no puedo identificar; los que muchas veces son producto de la imaginación descontrolada, puede tener claros síntomas en lo físico, tales como: fatiga irritabilidad, temblor, agitación, sudoración, náuseas, diarrea, tensión muscular, trastornos del sueño y otros más; complejos síntomas que no son fáciles de tratar, considerando que no se tiene claridad sobre la causa efectiva de estos.
En este contexto, la filosofía también tiene algo que decir mediante algunos de sus representantes: para Martin Heidegger, filósofo alemán, “el miedo se constituye en cuanto a tal, cuando lo perjudicial en su devenir no disminuye la posibilidad de alcanzarnos;” Platón, “el miedo no lo causan, ni las cosas sucedidas ya, ni las que en el acto suceden, sino que las que se esperan”; Aristóteles, “sea pues el miedo (phóbos) una aflicción o barullo de la imaginación (phantasía), cuando está a punto de sobrevenir un mal destructivo o aflictivo.”
La mantención en el tiempo de esta ansiedad y de sus síntomas producto de una sobredimensión de los miedos, es el aviso de que se debe acudir a la brevedad a la consulta de un psiquiatra -que es un médico especializado en el diagnóstico y tratamiento de afecciones a la salud mental- para que evalúe la situación y brinde la respectiva atención al afectado.
Los psicólogos y otros profesionales de la salud mental, también pueden diagnosticar la enfermedad y asesoramiento mediante psicoterapia, tras la búsqueda de la verdadera causa de esta ansiedad, la que se reconoce como una combinación difusa de emociones que se asocia a cualquier situación o suceso y hace que localicemos toda nuestra atención en nosotros de manera desadaptativa, sin que podamos descubrir las escondidas causas de esta enfermedad.
De acuerdo a los especialistas y profesionales del área de las enfermedades mentales, los miedos más recurrentes y persistentes de los humanos son: miedo a la independencia, la soledad, el compromiso a socializar, la propia muerte, la muerte de seres queridos, la pérdida de nuestra pareja, el emprendimiento, la vejez entre muchos otros, de los cuáles sólo me referiré a uno de estos.
Miedo a la muerte: se puede decir que el morir es el miedo estrella, pues en este acto se manifiesta, una de las mayores certezas de nuestro actual existir, el que se encuentra presente desde el momento mismo de nuestro nacimiento; realidad que es inherente a todos los seres vivos, siendo el ser humano el único capaz de tomar conciencia de este proceso biológico -vida-muerte- convirtiéndose en una verdad indesmentible, quizás la única verdad que no depende del relativismo; sino que simplemente es, y de eso tenemos muchos ejemplos a lo largo de nuestra vida.
Según lo anterior, no es el hecho de morir en sí -proceso biológico-, el que nos provoca miedo, sino que el reconocimiento de la gran vulnerabilidad que nos asiste en todo momento ante un hecho como este, ante el cual nada podemos hacer. Nos preocupa el desconocimiento de la muerte, la que nos impone temor pues no la hemos sentido; siempre nos ronda sin saber cuándo tocará nuestra puerta.
Finalmente, según sea la cultura o cosmovisión que se tenga del mundo o el universo, el enfrentamiento con la muerte habrá de ser diferente; es el caso de occidente en que notamos que cultural y emocionalmente no estaría preparado para entender y recibir a la muerte; por el contrario las culturas de oriente sí están más preparadas para este complicado proceso, pues la muerte es entendida por estas como parte fundamental del ciclo de vida terrenal, la que según sus creencias y fe es la gran posibilitadora de una nueva vida en el más allá o de una posible reencarnación.
Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía.