Muchas de las naciones a lo largo del tiempo, en forma gradual y muy lenta hasta llegar al siglo XXI, han ido mostrando una apertura para el desarrollo de la estructura social en base a una nueva visión de funcionamiento, acorde a los tiempos y a las reales necesidades del mundo actual; lo que no sería posible, sin la consideración de conceptos claves como son los de diversidad, inclusión, equidad e igualdad de género, los que han sido y son en los actuales debates, motivo de grandes y prolongadas discusiones para llegar a consenso, lo que pone en relieve lo complejo del tema, debido a que para ello se debe romper la dura costra o capa formada por los rígidos sistemas de costumbres y creencias, que, como lo han demostrado disciplinas como la sociología, psicología, filosofía y otras, cumplieron su papel en algún momento de la historia, pero que ahora están en franca obsolescencia, debiendo buscarse la superación de estas.
Estas costumbres y modos de actuar de otrora están sumamente arraigados en las personas, panorama frente al cual muchas de ellas lucharán y se aferrarán por mantener sus convicciones hasta las últimas consecuencias; como asimismo otras se mostrarán asequibles a la aceptación de esta visión renovada de la interrelación entre sí.
Por lo mismo, no debe provocar extrañeza este dualismo de fuerzas contrarias que se aprecian al interior de una sociedad, pues es la naturaleza propia de esta y que, por lo mismo deberíamos entenderla como el motor que permite su movimiento y a la vez dar el siguiente paso tras el desarrollo y el devenir de lo humano social.
Esta es una situación parecida a la que se da en la llamada ley de los contrarios, donde cada uno de los elementos y viceversa, depende de su contrario -luz- oscuridad, verdadero-falso, alto-bajo, blanco-negro- para su existencia, desarrollo y comprensión por parte de los seres humanos, en una especie de espiral de retroalimentación que asegure su permanencia en el tiempo; situación que se ha venido dando por siglos, desde el momento que los seres humanos deciden aunar esfuerzos para conseguir metas comunes.
En el contexto de lo ya expuesto, resulta más fácil acercarnos al entendimiento de los conceptos ya mencionados en el título, de los que hablaremos a continuación.
Diversidad, inclusión, equidad e igualdad, son conceptos, que si nos fijamos llevan en su interior una gran fuerza orientadora, en el sentido de comprenderlos como parte de un gran todo que es la sociedad, donde las partes o elementos de ese todo son las personas, las que en su actuar, en su relacionarse, en su con-vivir, permiten la aparición de las eternas contradicciones que se dan en este gran todo, como son la no aceptación por parte de algunos sectores de la sociedad, de la diversidad, de la inclusión, de la equidad e igualdad, realidades que simplemente “son,” de las cuales resulta imposible su negación.
Frente a este hecho es inminente hacerse la pregunta de ¿porqué resulta tan difícil vivir en diversidad, –aceptación– en forma inclusiva, –acuerdos– en equidad e igualdad –derechos? – Es posible que al hacer un recorrido por la historia encontremos algunos indicios de respuesta a esta pregunta, la que siempre resulta coincidente en sus causas, la que se traduce principalmente en los marcados intereses de todo tipo -económicos, raciales, de poder, religiosos, etc.- que de época en época cambian su vestimenta y apariencia, pero que en su esencia más íntima se mantienen sin variación.
La diversidad como ya vimos, tiene que ver con la representación o composición de una entidad, reconociendo en el ámbito laboral, por ejemplo, las diferencias entre los empleados, sus orígenes e identidades.
La inclusión tiene que ver con la valoración e integración en un entorno las diferentes contribuciones, la presencia y las perspectivas de diferentes grupos de personas, con lo cual es posible pensar que todos los individuos o grupos sociales, puedan tener las mismas posibilidades y oportunidades para realizarse como personas, independiente de sus características, habilidades, discapacidad, cultura o necesidades
Desde la inclusión tenemos en Chile la ley N°20.845, que tiene como principios la no discriminación arbitraria, que implica la inclusión e integración en los establecimientos educacionales, como también la gratuidad progresiva en los establecimientos subvencionados o que reciben aportes permanentes del Estado.
Esta ley mandata que los organismos públicos y las empresas con cien o más trabajadores, deberán contratar al menos el 1% de personas con discapacidad; respetando la dignidad de las personas con discapacidad mental, eliminando la discriminación salarial.
La equidad de género, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), significa una distribución justa de los beneficios, el poder, los recursos y las responsabilidades entre las mujeres y los hombres.
Equidad e igualdad no son lo mismo, pues la igualdad se refiere a cómo debería ser el trato personal y social, mientras que la equidad es una realidad que implica el reconocimiento de características y condiciones personales y sociales para que la aplicación de la igualdad sea justa.
Finalmente, es adecuado precisar que los conceptos de diversidad, inclusión y equidad de género, son esenciales para crear una sociedad más justa, y equitativa pues, si somos capaces de valorar la diversidad, de crear entornos inclusivos y de trabajar por la equidad de género, estaremos creando un mundo en el que todas y todos tendrán las mismas oportunidades para avanzar en la vida y si es posible alcanzar el éxito, que es lo que todo buen ciudadano debería desear para sus pares en el contexto de lo social.
Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía.