Los científicos ya están analizando pruebas —de océanos, erupciones volcánicas e incluso la contaminación de buques cargueros— para ver si este año podría revelar algo nuevo del clima y cómo lo afectamos.
La Tierra ha concluido su año más cálido de los últimos 174 años, y muy probablemente de los últimos 125.000.
Olas de calor implacable rostizaron a Phoenix y Argentina. Los incendios forestales arrasaron en Canadá. En Libia, las inundaciones ocasionaron la muerte de miles de personas. La capa de hielo invernal en los mares alrededor de la Antártida llegó a niveles bajos sin precedentes.
Las temperaturas globales de este año no solo batieron récords previos. Los hicieron pedazos. Desde junio hasta noviembre, el mercurio alcanzó nuevos puntos máximos mes tras mes. Las temperaturas de diciembre se han mantenido en gran medida por encima de lo normal: gran parte del noreste de Estados Unidos espera condiciones similares a las de la primavera esta semana.
Es por eso que los científicos se están enfocando en analizar pruebas —de océanos, erupciones volcánicas e incluso la contaminación de buques cargueros— para ver si este año podría revelar algo nuevo acerca del clima y cómo lo estamos afectando.
Una hipótesis, tal vez la más preocupante, es que el calentamiento del planeta se está acelerando, que los efectos del cambio climático nos están afectando con mayor rapidez que antes. “En realidad, lo que estamos buscando es un montón de evidencia que corrobore que todo señala hacia la misma dirección”, comentó Chris Smith, un científico climático de la Universidad de Leeds. “Después, buscamos causalidad. Y eso será muy interesante”.
Aunque las temperaturas de este año fueron muy extremas, no sorprendieron a los investigadores. Los modelos computacionales de los científicos ofrecen un rango de temperaturas proyectadas y el calor de 2023 está todavía dentro de este rango, aunque en el extremo alto.
Andrew Dessler, un científico atmosférico en la Universidad de Texas A&M, manifestó que, por su cuenta, un año excepcional no sería suficiente para indicar que algo está mal con los modelos computacionales. Desde hace tiempo, las temperaturas globales han subido y bajado en torno a una tendencia cálida constante debido a factores cíclicos como El Niño, el fenómeno climático que apareció en la primavera y, desde entonces, se ha intensificado lo que podría ser un indicio de que habrá más calor histórico en 2024.
“Tu opinión predeterminada debe ser que ‘los modelos tienen razón’”, dijo Dessler. “No estoy dispuesto a afirmar que hemos ‘descompuesto el clima’ o que algo raro está pasando hasta que tengamos más evidencia”.
Los investigadores estarán particularmente atentos al momento de determinar si algo inesperado podría estar ocurriendo en la interacción de dos influencias climáticas importantes: el calentamiento resultante de los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, y el efecto de enfriamiento de otros tipos de contaminación industrial.
Durante la mayor parte de los últimos 174 años, los seres humanos han estado llenando el cielo tanto con gases de efecto invernadero como con aerosoles, o partículas diminutas provenientes de chimeneas, tubos de escape y otras fuentes. Estas partículas son dañinas para los pulmones cuando son inhaladas. Sin embargo, en la atmósfera, reflejan la radiación solar, lo que en parte compensa el efecto del dióxido de carbono de atrapar el calor.
No obstante, en décadas recientes, los gobiernos han comenzado a reducir la contaminación por aerosoles en función de la salud pública. Los científicos estiman que esto ya ha acelerado los incrementos de temperatura desde la década de 2000.
Además, en un informe muy debatido el mes pasado, el investigador climático James E. Hansen argumentó que los científicos han subestimado mucho cuánto más se calentará el planeta en las décadas próximas si las naciones limpian los aerosoles sin reducir sus emisiones de carbono.
No todos los científicos están convencidos.
Reto Knutti, un físico climático en la universidad suiza Escuela Politécnica Federal (ETH, por su sigla en alemán) de Zúrich, mencionó que argumentos como los de Hansen han sido díficiles de cuadrar con los patrones en las décadas recientes. En los últimos años, los científicos también han descubierto que el calentamiento global depende no solo de cuánto calor queda atrapado cerca de la superficie terrestre, sino también de cómo y dónde este calor se distribuye en todo el planeta.
Knutti afirmó que esto hace todavía más difícil concluir con seguridad que el calentamiento va a acelerarse. El investigador aseguró que hasta que El Niño actual termine, “es poco probable que podamos hacer afirmaciones definitivas”.
También ha sido difícil precisar la escala exacta del efecto de los aerosoles.
En parte, los aerosoles enfrían el planeta al hacer que las nubes sean más brillantes y desvíen más radiación solar. Tianle Yuan, un geofísico de la NASA y de la Universidad de Maryland, en el condado de Baltimore, aseguró que, sin embargo, las nubes son endemoniadamente complejas, pues van y vienen y dejan pocos rastros para que los científicos las analicen. Yuan señaló: “Esa es la razón fundamental por la que es un problema difícil”.
Este año, los aerosoles han sido de particular interés debido a una regulación internacional de 2020 que restringió la contaminación de los barcos. Yuan y otros investigadores están tratando de identificar en qué medida la regulación podría haber aumentado las temperaturas globales en los últimos años al limitar los aerosoles que reflejan la luz solar.
El argumento de Hansen de que habrá un calentamiento más rápido se apoya en parte en reconstrucciones de cambios climáticos entre edades de hielo durante los últimos 160.000 años.
Utilizar el pasado lejano de la Tierra para hacer inferencias sobre el clima en los próximos años y décadas puede resultar complicado. Sin embargo, Bärbel Hönisch, científica del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, aseveró que la profunda historia del planeta resalta lo extraordinaria que es la era actual.
Por ejemplo, hace 56 millones de años, la convulsión geológica envió dióxido de carbono a la atmósfera en cantidades comparables a las que los humanos agregan hoy. Las temperaturas subieron. Los océanos se volvieron ácidos. Las especies murieron en masa.
“La diferencia es que en ese momento se necesitaron entre 3000 y 5000 años para llegar a ese punto”, dijo Hönisch, en comparación con unos pocos siglos en la actualidad.
En aquel entonces, la Tierra tardó aún más en neutralizar ese exceso de dióxido de carbono: unos 150.000 años.