La velada reunía a los asistentes un viernes por la tarde. El sol caía y la Sala Viña del Mar era bañada con suaves tonos anaranjados. Entre las pinturas, acuarelas y serigrafía del pintor Edgardo Catalán, la gente deambulaba lentamente por la sala admirando la obra rica en lenguaje poético. Algunos intercambiaban risas, discutían el lanzamiento de su próximo libro y se quejaban de las observaciones de su editor.
Cuando finalmente dió la hora, el poeta Álvaro Inostroza se sentó en una mesa que enfrentaba varias filas de sillas con personas expectantes. A su lado se sentaron Luis Bork y Lila Calderón. El pintor Mario Murúa, su colaborador en su último libro “Canción del Viento”, llegaba unos minutos atrasado.
El Presidente de la Corporación Cultural de Viña, Luis Bork, comenzó diciendo unas palabras sobre el nuevo poemario de Inostroza. “Nos permite soñar”, recalca. “Sobre todo en una sociedad donde los sueños, las esperanzas, los horizontes desaparecen y se vive un cierto pragmatismo con el tiempo sin trascendencia. La poesía es siempre una provocación para traspasar los tiempos y trasladarse en la esperanza.” Considerando la inspiración del libro, concluye recitando “Valparaíso” de Gabriela Mistral: “Se pierde Valparaíso/ guiñando con sus veleros / y barcos empavesados / que llaman a que embarquemos; / pero no cuentan sirenas / con estos aventureros”.
Por su parte, Lila Calderón destaca la figura del poeta Álvaro Inostroza al señalar que se trata de un artista reconocido a nivel internacional, esto debido a que su trabajo está incluido en muchas antologías de Chile y el mundo, además de que su obra ha sido parcialmente traducida a varios idiomas. “Trabaja intertextualmente con el trabajo de Gabriela Mistral”, rescata hablando de su nuevo libro. “En los 14 poemas establece un diálogo con texto de la Gabriela Mistral a través de un ejercicio poético en el que es posible percibir los ecos de su cosmovisión, lo que constituye un gran desafío, ya que en este encuentro sensible la propuesta de Inostroza sube temas, resonancias y paisajes para componer su propio mundo. Estas dialogaron también con 14 pinturas del artista visual Mario Murúa, en una narrativa donde mantienen sus dependencias y a la vez se potencian los mundos creativos, expandiendo las lecturas”.
Mario Murúa se une a la mesa torpemente, los demás teniendo que correr las sillas para hacerle un espacio y él mismo teniendo que apagar su celular que sonó en medio discurso. Aún así, sus palabras y actitud cautivaron a los oyentes en el primer minuto. “Está perversamente hecho para el público”, dice sobre el libro, “para que entienda que ahí hay un lenguaje importante de la Gabriela Mistral para difundir”. Si bien Canción del Viento es su trabajo más reciente, no es la primera vez que ilustra poemas de Gabriela Mistral. “Yo hice un libro llamado ‘Sol de los trópicos’ que une los poemas más radicales e integristas de la Gabriela Mistral sobre América Latina. Me especialicé. Como 25 años que he estado haciendo cosas que tienen que ver con ella. Yo considero que un sujeto muy importante que transmitirle a los niños. Eso es lo más importante, transmitir ese conocimiento y los libros permiten eso”.
Murúa reconoce que se trata de un “evento íntimo, personal, simpático”, pero que “lo principal es que la gente se pueda ver en la poesía”. Él ya había estado en la Sala Viña antes y comparte una anécdota de aquellos años: “Yo hice una exposición aquí hace como 20 o 25 años atrás, cuando era otra Corporación Cultural. Los muros eran de tela. Me tocó inaugurar la exposición y le hice una proposición a La Estrella, para que te vayas dando cuenta de la irresponsabilidad del sistema. Le dije que ‘yo le regalaba un cuadro a cualquier persona que me diera un peso simbólico’. Había cuadros que valían fácilmente 25 mil euros, pero no fue ninguna corporación. Nadie de Viña vino a buscar un cuadro. El único que me compró fue el Director de la Estrella. Yo estaba listo para entregar el cuadro a cualquier museo, a cualquier persona que viniera con el peso simbólico. Ahí tu te puedes dar cuenta que a la gente no le interesa el cuadro. Es duro decirlo, pero es verdad. Ahora, si la gente supiera el valor de las pinturas sería otra historia, pero ellos solo quieren saber el valor económico. Pero los cuadros en sí no tienen valor económico, lo que tienen es valor simbólico, como la poesía o los libros”.
Antes de tomar la palabra, Álvaro Inostroza presentó al maestro de la guitarra española Antonio Rioseco. Este deleitó a los asistentes con piezas españolas, venezolanas, cubanas y chilenas, sus hábiles dedos haciendo cantar a las cuerdas guitarra con una energía cautivadora. Entre la selección destacaron Asturias (Leyenda), Merengue Venezolano de Rodrigo Riera, Danza del Altiplano de Leo Brouwer y obras de Violeta Parra.
Una vez concluído el acompañamiento músical, Álvaro se coloca tranquilamente sus lentes y se pone a leer sus poemas. La inspiración directa de la mayoría de los poemas, doce de los catorce, son los Sonetos de la Muerte, mientras que los restantes son de Poema de Chile, ambos de Gabriela Mistral. Su voz es profunda, capaz de transmitir la gran cantidad de emociones de su obra. Termina de recitar y con alegría le dice a los oyentes que está ahora disponible el cóctel de aceitunas, vino tinto, jugo de damasco, maní y papas fritas.
Por Lucas Chaparro Sepúlveda.