Desde los orígenes de la evolución del pensar occidental, ha existido una preocupación por la política, destacándose en la Grecia clásica dos grandes filósofos que dedicaron su atención y su reflexión a este siempre presente tema; estos son Platón y Aristóteles – maestro y discípulo – que no obstante sus diferencias dejaron un importante legado a la humanidad que se mantiene hasta nuestros días.
Por un lado, Platón ha sido considerado el padre de la política, estableciendo las bases de la teoría política occidental en su famoso diálogo La República, en el que manifiesta su creencia en la existencia de una forma de gobierno ideal, basado en la justicia y la búsqueda del bien común. Se le atribuye el descubrimiento de los principios básicos de la vida política, instalando los fundamentos de una teoría filosófica del Estado, lo que se comprende si pensamos que sus principios estaban basados en la naturaleza misma del Estado en cuanto tal y por lo mismo destinados a ser universales.
Por otro lado, Aristóteles considera a la política como un examen del modo en que los ideales, las leyes, las costumbres y las propiedades se interrelacionan en la realidad que presenta la sociedad. Según este pensador, la investigación de la ética desemboca necesariamente en la política; muestra de ello la encontramos en sus libros La Política y Ética Nicomaquea, considerándosele como el creador de la teoría política.
La política para Platón tiene que ver con el hecho de que el Estado debe favorecer el bien público y no el bien particular, porque el interés común liga y une las partes que componen el Estado, mientras que el interés privado las desune. Por tanto, el fin de la política es para este filósofo el perfeccionamiento y felicidad de todos los ciudadanos; ya que uno no se basta a sí mismo para vivir y sobrevivir, debiendo por lo mismo vivir y convivir con los demás, o sea en sociedad, donde el Estado perfecto busca la ciudad -polis- perfecta, formada por hombres justos y virtuosos.
Para Platón, la polis es un espacio de co-habitación, de estar con el otro; lugar en el que la convivencia supone algo más que una mera proximidad, sino que una comunidad de intereses que establezcan relaciones entre los integrantes.
Muchos consideran a Platón como el padre de la filosofía política, rama de la filosofía encargada de pensar las relaciones entre sistemas sociales, lo que se entiende mejor si consideramos que la política se refiere a la polis y que por tanto, su enfoque está dirigido al orden colectivo. En este sentido ética y política van de la mano, pues no es entendible que haya una moral para el individuo y otra para el Estado, que como sabemos se compone de individuos, el que existe para que todos estos puedan llevar una mejor vida.
Es sorprendente encontrar en Platón, considerando su gran lejanía en el tiempo, una gran claridad para entender y manejar conceptos aplicables a lo social que son de gran uso en nuestra modernidad; tales como sistema, proceso, totalidad y parte, donde éstas se interrelacionan entre sí – de ida y de vuelta- conceptos que, si bien no se mencionan con las palabras que hoy conocemos, si los podemos encontrar en el contexto de sus escritos.
De lo anteriormente expuesto, es posible entender que pensadores como Platón y otros tenían una concepción bastante sabia y depurada de la política, la que era buscada y ejercida para alcanzar de la mejor forma el bien común de todos los individuos que forman parte y co-habitan en la polis.
No obstante al avanzar en el tiempo hasta instalarnos en la modernidad del siglo XXI, podemos darnos cuenta del gran deterioro que la palabra y las acciones políticas han sufrido, donde los ciudadanos que forman parte de una sociedad como la nuestra, ya no encuentran una filosofía política de trasfondo que esté acorde a los principios éticos que deberían ser aplicados por los diferentes gobiernos y por nuestros políticos, que tienen que ver con la búsqueda del bien común que se traduzca en cosas tan concretas como salud, educación, remuneración justa, equidad y justicia social para todos. En otras palabras, ética y política son dos elementos de un mismo todo, que al no reconocerse el uno al otro, generan acciones sin sentido, sin rumbo, sin sabiduría, que son la puerta abierta para la corrupción en general, de la cual los ciudadanos nos enteramos día a día por los medios de comunicación, sin que esté en nuestras manos hacer absolutamente nada, pues éstas, las tenemos atadas por marcados intereses políticos y económicos, que se disputan con ferocidad toda instancia que pueda generar poder, frente a lo cual, la gran mayoría de los chilenos que no forman parte de estos grupos de privilegio, siguen permaneciendo invisibles frente a estos, en una gran indefensión.
Finalmente, y teniendo en cuenta que la política es la ciencia que domina el arte de gobernar con equidad y justicia social; que trata de la organización y administración del Estado en sus asuntos e intereses de dominio y comunicación pública, terminamos por entrar en conciencia, que la humanidad y nuestro país en particular, están muy lejos de esta manera de entender y ejercer la verdadera política, la que de acuerdo a sus fines, debería velar por el bienestar en general de todos los individuos que forman parte de esta sociedad, asunto que como sabemos dista mucho de la sufrida realidad que viven los ciudadanos en el día a día.