A fines de la década de los 30, el cineasta norteamericano James Fitzpatrick desembarcaba en el puerto de Valparaíso, en un transatlántico desde Nueva York en lo que sería la travesía que nos llevaría a presenciar las primeras imágenes de Chile a color, las famosas “Traveltalks” de Metro Goldwyn Mayer. Fitzpatrick relataba como era llegar a nuestro país por mar al puerto de Valparaíso, en lo que definiría como uno de los principales viajes de placer moderno. “Lo usual para hacer luego de llegar a Valparaíso es conducir a Viña del Mar, un pictórico suburbio con un colorido conjunto de hoteles y residencias privadas, campos de golf, pista de carreras, paseos y playas de baño. Fitzpatrick bautizaba así a Viña del Mar como uno de los resorts de placer más importantes de Sudamérica, una ciudad cosmopolita y enfocada en la recreación.
Viña del mar a fines de la década de los 20, experimentaría uno de los procesos más relevantes en términos de renovación, en lo que sería la consolidación del imaginario moderno de la ciudad balneario, líder a nivel país y sudamericano, como destino turístico por excelencia, producto de sus hermosas playas y sus diferentes infraestructuras, que definirían la ciudad como un paraíso vacacional. El Viña del Mar que experimentó Fitzpatrick presentaba grandes piscinas públicas, el casino municipal, cines y teatros, el coliseo popular, hermosas y amplias avenidas. Arquitecturas y espacios que fueron consolidando una ciudad llena de vida en el exterior, y especialmente con soportes para diferentes tipos de recreación e interacciones sociales.
A casi 87 años de la travesía de Fitzpatrick, solo una de aquellas grandes y potentes arquitecturas sigue existiendo: El Casino de Viña del Mar. La ciudad ha cambiado y se ha modernizado, aunque el panorama actual dista de aquella cosmovisión de una ciudad de recreación, dichas imágenes que poblaron los recuerdos de muchos habitantes hoy vuelven a estar en discusión. Ver las imágenes que aquellas infraestructuras que dieron soporte a aquello que hoy vemos como algo inalcanzable o incluso utópico, tuvieron sede en el mismo suelo que transitamos día a día. Aquellos espacios fueron desapareciendo y dejando grandes vacíos en la vida social de las personas. Algunos fueron reemplazados, otros permanecen en ruinas, algunos fueron reducidos a nuevas formas de hacer espacio público, y otras fueron simplemente consumidas por el cambio programático.
La memoria de Viña del Mar está latente en grupos de redes sociales, muchos tienen diferentes vivencias que se reactivan a través de las nostálgicas fotografías de las piscinas, coliseo, borde costero entre otros ¿Cómo evitamos que esos espacios queden en el olvido total?, ¿Dónde almacena la ciudad esas memorias que hoy están disueltas?
Hoy estas ausencias son las grandes deudas de la sociedad contemporánea. Nos enseñan la naturaleza de la ciudad que habitamos, una donde el espacio público y recreativo se vivía en colectivo.