La cifra de afectados, recién el 08 de agosto por la tarde disminuyó a menos de 100.000 damnificados, totalizando 94.494. Sin embargo, a las 0:00 horas de este miércoles 14, es decir, más de 10 días tras el temporal, existían 10.117 hogares en el país sin suministro eléctrico, de los cuales sobre 3.000 corresponden a la Región Metropolitana y están bajo responsabilidad de Enel, incumpliéndose así el ultimátum dado por el gobierno para reponer la totalidad del servicio eléctrico.
Resulta irónico lo sucedido, pues ocurre a, prácticamente, un mes de que el Congreso Nacional aprobara una norma para regular el valor de la electricidad, traduciéndose en un aumento escalonado del precio aplicado en los tramos julio y octubre de 2024 y enero del 2025, llegando a un alza del 60%. También es llamativo todo lo sucedido, debido a implementarse -hace bastante tiempo- medidores inteligentes para optimizar el servicio en cuanto a: (I) Entregar información sobre las cantidades de energías consumidas en las distintas horas del día; y (II) Permitir una facturación más precisa al enviar datos automáticamente al proveedor de energía, lo que lleva a facturas sin errores ni estimaciones. No obstante, no existe la tecnología suficiente para prevenir que miles de hogares queden sin suministro eléctrico ni tampoco restablecerlo rápida y eficazmente cuando falla.
El gran “culpable” de los estragos producidos por los fuertes vientos no es la naturaleza, como se ha hecho pensar, sino el ser humano propiamente tal, al solo existir una “cultura” enfocada en incrementar el valor de un servicio cada vez más costoso, sin preocuparse por su reposición rápida y eficaz cuando se requiera, ni mucho menos prevenir fallas mediante la mantención y cuidado a través de un trabajo mancomunado entre municipalidades y empresas distribuidoras de electricidad, como lo son CGE Distribución y Enel, por ejemplo.