En cada planta que florece en el Vivero Jardín Santa Elizabeth hay una historia de esfuerzo y dedicación. Don Israel, su dueño, ha dedicado más de 26 años de su vida a la jardinería, pero su amor por las plantas comenzó mucho antes, cuando trabajaba como empleado en un vivero. Durante más de dos décadas, aprendió los secretos del cultivo y cuidado de plantas, y aunque el trabajo era arduo, de lunes a lunes, nunca perdió de vista su sueño de algún día ser su propio jefe.
Ese anhelo de independencia lo llevó a tomar una decisión crucial: dejar atrás la seguridad de su empleo para lanzarse a la aventura de emprender su propio negocio. Así nació el Vivero Jardín Santa Elizabeth, un proyecto que comenzó de manera modesta pero que, con el tiempo, se ha expandido hasta ocupar una hectárea de terreno. Ubicado en la Parcela 5 de La Cruz, el vivero se especializa en plantas de interior, ofreciendo una variada selección que incluye ficus, chifleras, helechos, palmeras y papiros.
Don Israel destaca el carácter familiar de su negocio, donde su esposa e hija han trabajado a su lado durante años. Para él, este aspecto es lo que le da un valor especial al vivero. Sin embargo, no ha sido un camino fácil. Enfrentaron desafíos climáticos como las recientes heladas, que afectaron algunas de las plantas. «Las heladas nos pegaron fuerte este año», comenta Don Israel, explicando cómo protegen las plantas con mallas y plásticos para minimizar los daños. A pesar de todo, han logrado mantener la calidad de sus productos, cuidando cada detalle desde el invernadero.
El vivero ha crecido tanto en tamaño como en reputación. Don Israel menciona que, aunque la competencia es fuerte en la zona, con más de 20 viveros cercanos, muchos de sus clientes siguen regresando por el trato cercano y personalizado que les ofrece. A lo largo de los años, el boca a boca ha sido su principal herramienta de marketing. «Aquí no hacemos mucha propaganda, pero la gente ya nos conoce y se pasa el dato», dice con satisfacción.
A pesar del crecimiento, Don Israel es cauteloso cuando se le pregunta sobre sus planes a futuro. No busca expandirse más allá de lo que ya tiene. «No se pueden hacer grandes planes. Uno hace planes y después fallan. Hay que ir haciendo todos los días, trabajando en lo que podemos, adaptándonos a las necesidades», reflexiona. Su filosofía es clara: seguir produciendo, diversificar las variedades de plantas y mantener la calidad que lo ha llevado hasta aquí.
A sus 67 años, Don Israel sigue al frente del vivero, demostrando que la constancia y el esfuerzo rinde frutos. Cuando se le pregunta qué le gustaría transmitir, su respuesta es sencilla pero contundente: «Hay que atender bien a la gente para que vuelva». Esa ética de trabajo y su dedicación al cuidado de las plantas han sido la base de su éxito, convirtiendo su sueño de ser dueño de un vivero en una realidad próspera y floreciente.