Chile es un país reconocido por sus contrastes: montañas imponentes, desiertos únicos, bosques milenarios y un océano que marca nuestra identidad. Pero entre todos esos paisajes, existe un tesoro que a veces pasa desapercibido y que hoy merece ser celebrado: nuestros ecosistemas de agua dulce. Ríos, lagos, humedales, vertientes, turberas y lagunas que no solo dan vida a los territorios, sino que representan una de las mayores riquezas naturales del país.
Los ecosistemas de agua dulce se pueden hallar en todo el mundo. Estos cuerpos de agua continentales se encuentran en una cuenca hidrográfica que los moldea, y su característica principal es la baja concentración de sales minerales, además de ofrecer un hábitat único para diferentes especies de plantas y animales.
Con más de 120 ríos principales y alrededor de 2.000 lagos y lagunas, Chile posee una red hídrica excepcional en la región. Esta diversidad, moldeada por la geografía y el clima, ha permitido el desarrollo de ecosistemas únicos y de especies que existen exclusivamente aquí. Es un privilegio ecológico que nos distingue y que nos invita a mirarnos con orgullo y responsabilidad.
Cada cuerpo de agua dulce en Chile es un pequeño mundo lleno de vida. En ellos habitan peces nativos como el puye, el bagre chileno, los truchonespatagónicos del género Aplochiton y el emblemático pejerrey chileno.
En humedales, aves como el cisne de cuello negro, garzas, taguas, flamencos y playeros migratorios encuentran alimento y refugio en su paso por nuestro territorio. Sus ciclos y desplazamientos conectan ecosistemas y territorios, recordándonos que la naturaleza funciona como un tejido interdependiente.
En cuanto a la flora de agua dulce, como los juncos, totoras, pajonales, plantas sumergidas y bosques de ribera; cumplen funciones silenciosas pero fundamentales: filtran el agua, estabilizan los bordes de los cursos hídricos, regulan la temperatura y proveen hábitat para cientos de especies. Son sistemas vivos que trabajan en beneficio de todos.
Reconocer esta riqueza no solo es motivo de admiración; también es una oportunidad para construir bienestar. Los ecosistemas de agua dulce son la base de actividades recreativas, educativas, espirituales, culturales y turísticas. Asimismo, inspiran proyectos comunitarios de restauración, monitoreo ambiental y educación al aire libre que están emergiendo en distintas regiones del país. Estas iniciativas muestran que cada vez más personas están valorando y protegiendo estos espacios naturales, reconociendo su aporte a la salud, la identidad local y el desarrollo sostenible.
Chile cuenta con una riqueza hídrica y ecológica que pocos países del mundo poseen. Apreciarla, estudiarla y promover su cuidado es un acto de celebración y esperanza. Es reconocer que vivimos en un territorio privilegiado, con ecosistemas que nos brindan vida, belleza y oportunidades para crecer en armonía con la naturaleza.
El futuro es prometedor si seguimos avanzando en esa dirección: conectando ciencia, ciudadanía y gestión pública para asegurar que estos ecosistemas sigan siendo fuente de vida para las próximas generaciones.
Los ríos, lagos y humedales de Chile son más que paisajes: son un recordatorio de que nuestro país posee un patrimonio natural extraordinario, capaz de inspirar desarrollo, bienestar y un profundo sentido de pertenencia.
Diego Droguett
Biólogo Marino Universidad de Valparaíso
Acuario Vivamar Ritoque




















