Los huesos tienen muchas historias que contar. Parte de nuestra vida queda impresa en ellos. De la dieta que ingerimos, nuestra talla y sexo, del uso de tacones, si por años cargamos peso o fuimos víctima de alguna enfermedad articular degenerativa, de aquello y más hablará el esqueleto.
Así lo afirmó el académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), doctor en Educación y máster en Antropología y Genética Forense, Mauricio Villarroel Guerra, en el seminario “Huesos que hablan”.
El especialista explicó que los huesos son órganos dinámicos formados por tejidos cartilaginosos, vasos sanguíneos y nervios, que les otorgan plasticidad y permiten renovarse cada 10 años. Los huesos no solo soportan nuestro cuerpo, sino también sufren alteraciones que van plasmando nuestra huella de vida.
“Nuestro esqueleto sufre modificaciones de dos tipos. A través de la materia ósea o por alteraciones en la arquitectura ósea. Por ejemplo, el aumento o reducción de peso, el aumento o descenso de actividad física, la carga asimétrica como consecuencia de algunas enfermedades, podrían modificar cuantitativamente el tejido óseo. Pero también las alteraciones en la arquitectura ósea que se generan por cargas físicas unilaterales, o por los cambios producidos por una fractura, enfermedades degenerativas articulares y el mismo metabolismo del calcio va alterando esta arquitectura”, explicó el Dr. Villarroel, quien recordó que la carga de bolsos en un mismo miembro también pueden provocar modificaciones en nuestros huesos.
El especialista ahondó en los cambios que pueden producirse en la arquitectura ósea, por los malos hábitos posturales al sentarnos con las piernas cruzadas, el movimiento repetitivo de los pulgares en los teléfonos móviles o la flexión de la cabeza como consecuencia del uso prolongado de celulares.
En la parte posterior del cráneo se ubica una protuberancia occipital externa, una estructura palpable que puede verse afectada por ciertos movimientos como la flexión de cabeza. “Una investigación publicada recientemente, indica que esta protuberancia y ligamento ha sufrido un grado de tensión, porque el mismo ligamento ha traccionado el hueso occipital, provocando un crecimiento de esta protuberancia. Es algo muy común en escaladores, basquetbolistas y jugadores de beisbol. Y también, los autores del estudio indican que una de las causas -de este crecimiento- podría ser la postura adquirida para trabajar con teléfonos móviles o el computador”, sostuvo.
Cambios en la dieta
Si la antropofagia de culturas antiguas quedó registrada en los huesos, a través de desgarros de los músculos maxilofaciales que marcaron la mandíbula, podría ocurrir que modificaciones en las dietas, como el caso de los vegetarianos, generen no solo desgastes dentarios diferentes, sino también cambios mecánicos y morfológicos faciales.
Villarroel aseveró que lo mismo podría suceder con los músculos de los pulgares de las futuras generaciones, que podrían presentar marcajes distintos a los de sus antecesores en los huesos de las manos, por los movimientos prolongados de estas articulaciones en los celulares.
Igualmente, advirtió que el gesto común de sentarse con la billetera en alguno de los bolsillos posteriores del pantalón también podría provocar cambios no solo a nivel de la pelvis, sino también de la columna.