Por Silvio Becerra Fuica
Profesor de Filosofía
Las ciencias son una creación del hombre, que con el devenir del tiempo han ido evolucionando de menos a más, permitiéndose en este caminar, dar respuestas a las interrogantes propias de cada época, como asimismo satisfacer las necesidades de todo tipo, que provienen de la existencia de una creciente y abultada población. Este escenario siempre ha sido así de rutinario, en el que, por un lado, la comunidad científica genera desarrollos que entrega a su intermediaria la tecnología, mientras que por otro lado, la gran población permanece ajena y totalmente extranjera al hacer de las ciencias – recibiendo de estas solamente el producto de sus investigaciones, – creándose de este modo, un gran vacío epistemológico que aún no ha podido ser llenado a completitud. Mucho se habla en los diferentes niveles de la sociedad, de que las ciencias por siglos han sido un asunto de pocos, y por lo tanto, los científicos se habrían constituido en verdaderas élites del conocimiento.
Este panorama ha sido característico en el desarrollo de las ciencias, las que, a lo mejor sin quererlo, se han mantenido fuera del alcance del hombre común. Es posible que el científico, en cuanto individuo; en su afán de elaborar teorías e hipótesis, se haya visto subsumido en el eterno círculo reiterativo del mundo de las teorías e hipótesis, las que al ser confrontadas con la realidad práctica, muchas veces son refutadas, lo que obliga al científico a retomar el camino, procediendo a corregir sus hipótesis y teorías una y otra vez, hasta que estas puedan alcanzar una validación, al menos temporal, por parte de sus pares; existiendo la posibilidad de que otros esfuerzos científicos paralelos, pudieran lograr una validación que supere estas investigaciones, respecto del mismo tema.
Considerando esta situación, es posible entender, que ya estando de lleno en el Siglo XXI, el mundo científico tiene sobre sus hombros un gran problema, y a la vez, una gran responsabilidad sociocultural, que tiene que ver con ir al encuentro de la fórmula, que le permita comunicarse en un lenguaje adecuado e inclusivo, con todos aquellos individuos que no son científicos, pero que podrían llegar a serlo si se les hubiera considerado. ¿Cuántos potenciales científicos se han perdido? y por lo mismo, ¿cuántas potenciales investigaciones y descubrimientos nunca vieron la luz?
En este contexto preambular, tengo que reconocer y felicitar a la vez, a Puerto de Ideas, por la organización del reconocido festival de ciencias, que en su versión 2021, como consecuencia de la actual pandemia de coronavirus, debió realizarse en forma virtual, hecho que permitió, que aproximadamente 70.000 personas de Chile y el mundo, pudieran interactuar con reconocidos científicos de diferentes países.
Pienso, que con este esfuerzo de Puerto de Ideas – que es un modelo a seguir – se comienza a pagar en parte, esta gran deuda que la ciencia tienen con la sociedad, vislumbrándose una pequeña luz al final del túnel, pues en este festival todas las personas participantes sin distinción social, etaria o educacional, accedieron sin dificultad y en forma gratuita, a un espacio de conocimiento científico, que hizo gala por parte de los diferentes expositores, – como pocas veces se ha visto – de un lenguaje apropiado para hablar de ciencia, ante todo tipo de público.