La polémica generada por las campañas publicitarias de marcas como Monarch, CMorán y Mota Chile, cuestionadas por sexualizar y utilizar como modelos a menores de edad y adolescentes, ha traído a la palestra el tema de la hipersexualización infantil, fenómeno en el que factores como la educación, el relacionamiento con el entorno y la influencia de los medios masivos tendrían mucho que decir.
Cecilia Vidal, académica de la Escuela de Psicología de Universidad de Las Américas Sede Viña del Mar, explica que la hipersexualización infantil es una dimensión más del fenómeno de la violencia sexual infanto juvenil, que promueve una connotación sexualizada o erotizada en el comportamiento de un niño, niña o adolescente, el cual no es acorde a su nivel de desarrollo, exponiéndolos como objetos de consumo.
La psicóloga comenta que el informe Bailey, realizado en Reino Unido (2001), define por primera vez el concepto como “la sexualización de las expresiones, posturas o códigos de la vestimenta considerados como demasiado precoces”, suscitada por el propio mundo adulto, donde los niños quedan a merced de un modo de vulneración que puede repercutir su proceso normal de crecimiento y desarrollo, y del que muchas veces el niño no tiene (ni puede tener) noción de lo que ocurre.
“Afecta a niños, niñas y adolescentes por igual, en cuanto a que se promueve un ideal de mujer basadas en la belleza física, en la delgadez, despojando otros ámbitos de desarrollo relacionados con los valores, el conocimiento, la capacidad reflexiva, la afectividad. En el caso de los varones, se publicita una imagen de hombre basada en la dominación y la fuerza, también despojándolos de otros elementos centrales al sujeto humano, donde lo sexual se convierte en el medio de vinculación”, dice la profesional.
Sobre las consecuencias que puede tener la hipersexualización en los niños, la psicóloga comenta que puede alterar el desarrollo completo de un individuo, afectando aspectos emocionales centrales en la construcción de identidad y autoconcepto, aspectos cognitivos conductuales de la imagen corporal, procesos vinculares de la relación consigo mismo y su entorno, entre otros. Allí la importancia de la prevención.
“Los adultos cuidadores tienen la mayor responsabilidad en la prevención de la violencia sexual, pero también todos aquellos entornos en los que participan los niños, el colegio, el barrio, espacios en los que es importante pesquisar señales de alerta de cualquier forma de violencia que pueda afectar a un niño, así como comportamientos de índole sexual que no forman parte de lo esperado en su desarrollo”, sostiene Cecilia Vidal.
“Es importante que los padres siempre fortalezcan el vínculo afectivo con los hijos, escucharlos, dialogar y validar, saber qué y cómo están pensando acerca del mundo que les rodea, con quienes se relacionan, especialmente en lo afectivo y la sexualidad. También conocer las redes sociales en las que participan, sus contenidos, estar alerta a cualquier cambio de comportamiento y entregar información respecto de la sexualidad, violencia, abuso de poder”, recomienda la académica.
Respecto a signos a los que estar alertas y ante los cuales se debe consultar a un especialista, detalla que hay que considerar la ocurrencia de varias de las siguientes conductas a la vez:
• Exagerado interés por temáticas de índole sexual o conocimientos no apropiados a su desarrollo.
• Cambios conductuales abruptos no explicables.
• Comportamiento sexualizado / erotizado, con adultos, con pares, objetos u otros.
• Disminución del rendimiento escolar y alteración de funciones ejecutivas (memoria, atención, concentración).
• Falta de interés o motivación en actividades que usualmente realizaba.
• Alteración de sueño, apetito, ánimo.
• Dificultades en las relaciones sociales.