Por Isabel Margarita Correa Navarro
Coordinadora Área Laboral
Carrera de Psicología
U. Santo Tomás sede Viña del Mar
El origen del término Burnout se debe a la novela de Graham Greene, A Burn Out Case (1961), historia de un arquitecto atormentado espiritualmente que decide abandonar su profesión y retirarse en la selva africana. El término «burnout» fue acuñado por primera vez en 1974 por Herbert Freudenberger, en “The High Cost of High Achievement”. Este trastorno es consecuencia de un estrés laboral crónico y se caracteriza por un estado de agotamiento emocional, una actitud cínica o distante frente al trabajo. Algo que tantos habían vivido, padecido y recibido los reproches de quienes le rodeaban, pero que no tenía nombre.
El “síndrome del quemado” se grafica mejor como “el fundido”, el que se fue fundiendo poco a poco hasta llegar a un estado de no retorno, en el cual, increíblemente, sigue haciendo su trabajo, pero despersonalizado, responden sus manos y cerebro a las exigencias, pero no su corazón, ya no hay involucramiento, empatía, ni indulgencia. Aparenta cinismo.
El Burnout se va gestando a fuego lento, es producto de la acumulación de múltiples situaciones estresantes, silencios ante eventos injustos, esperas de mejoras laborales que nunca llegan, se aguanta y permite por los pacientes, por los niños y por muchos más, insertos en medios altamente demandantes y en un entorno social que valora el trabajo extenuante, acompañado muchas veces de falta de reconocimiento e indiferencia por parte de quienes toman decisiones.
¿Está enfermo? Que alguien lo reemplace y que sea rápido, con escasos cuestionamientos de ¿qué estamos haciendo y cómo los estamos haciendo para generar esto? ¿cuál es la cuota de responsabilidad del trabajador y cuál de la organización? Las acciones se quedan en gran medida en tareas directas para el trabajador: “haga yoga” “haga ejercicio” “relájese con sus amigos”, etc., ajenos al contexto en el cual se desenvuelven.
Las investigaciones han ayudado a socializarlo erradicando -en parte- mitos como “la enfermera es fría”, “el profesor desapegado de los niños”, pues en la mayoría de los casos, estos profesionales iniciaron su carrera con otra actitud, llena de entrega, entusiasmo y amor por su labor. En Chile los investigadores Esparza, Guerra y Martínez validan en 1995 el “Cuestionario de actitudes hacia el trabajo” vigente hasta hoy (Psicodrama, 2004), dos de ellos ejerciendo en la actualidad en la hermosa ciudad de Quillota.
La legislación actual ha avanzado pasos importantes con el Protocolo de Vigilancia de Riesgos Psicosociales en el Trabajo (2013), el que exige a las organizaciones generar planes de prevención e intervención a partir de variables relacionadas con salud mental y calidad de vida laboral. No obstante, aún queda por avanzar, ya que este Síndrome fue reconocido en 2019 por la OMS como enfermedad profesional, cuya calificación oficial será en 2022. Se espera que esta formalización permita contar con mayores recursos y voluntades para la prevención, educación y enfrentamiento.