La kinesióloga Ana Díaz (33) y su marido, el ingeniero eléctrico Carlos Ramos (36) son una de las tantas familias afectadas por las fallas estructurales del proyecto Terrazas del Sol de Quilpué. En 2014 adquirieron por 2090 UF una casa de 75 metros cuadrados en dicho condominio. Su marido en ese entonces trabajaba en Asmar (Astilleros y Maestranzas de la Armada) y gracias a un convenio con la institución pudo conseguir un buen precio de venta.
Ambos son de la ciudad de Copiapó y llegaron a la Región de Valparaíso con 18 años para estudiar sus respectivas carreras. Llevan 18 años juntos y decidieron continuar en la zona para impulsar sus profesiones. Compraron esta vivienda con el propósito de radicarse en Quilpué y emprender una vida familiar. Ahorraron $5.000.000 para el pie y el 90% se lo dieron con crédito hipotecario, el cual siguen pagando.
“Adquirimos esta propiedad cuando tenía solo 25 años: fue nuestra primera vivienda. Teníamos toda la fe en estas casas cuando las elegimos. Tuvimos los primeros problemas con la fecha de entrega. Nos dijeron que estaría lista en marzo de 2014. Sin embargo, recién la entregaron en septiembre del mismo año. Eso nos trajo algunas complicaciones, ya que tuvimos que estar de allegados en la casa de un familiar”, relata Díaz.
Al momento de la recepción, cuenta que tuvieron algunos problemas menores. Uno de ellos es que los mandaron a buscar las llaves a otra oficina –no se las entregaron presencialmente-. No lo esperaban tratándose de su primera vivienda: pensaban que le harían una entrega como lo hace el resto de las inmobiliarias. No obstante, el inconveniente mayor es que detectaron que la unidad no estaba bien terminada: las manillas de las puertas estaban mal instaladas, puertas descuadradas, clósets mal puestos, ventanas mal construidas, entre otros.
“Las terminaciones no eran tan buenas. Mi papá construye casas y por esa razón ya conocía bien cómo funciona este tema. Como estuvimos algunos meses de allegados, decidimos recepcionarla como estaba”, señala la kinesióloga.
El escollo más importante fue el tema de las filtraciones que se presentaron al cabo de un año, durante el primer invierno de 2015. “Se nos empezó a meter el agua por las ventanas del segundo piso, y eso tiene una conexión con la ventana del primero. Se nos empezó a juntar el agua en el primer y segundo piso. En ese momento llamé a la constructora, y mandaron a unos maestros a reparar. Como se hinchó el piso flotante, lo sacaron. Como soy curiosa, quise ver cómo estaba el radier. No querían dejar verlo, porque me decían que la constructora les debía dar la autorización. Pero igual lo vi y me fijé que estaba fracturado. Terminé sacando todo el piso. La casa quedó desarmada completa. Estuvimos como un mes y medio así”, recuerda.
Advertencia legal
“Con todos los problemas que teníamos en ese entonces, pensábamos demandar por nuestra parte a la inmobiliaria. Mi marido se comunicó con la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) para tener todo tipo de información. Ellos solo querían cambiar el piso flotante y no reparar el radier. Nos molestamos y les dijimos que no hicieran nada, que íbamos a iniciar acciones legales. De hecho, vino hasta uno de las altas jefaturas y hubo una fuerte discusión por este tema: tuve que pedirle que se retire de mi casa”.
Pidieron cambiar el porcelanato por piso flotante, puesto que consideraban que esa estructura se iba a seguir inflando con las filtraciones de agua. “Nos comentaron que ese material era más caro. Como les advertimos de la demanda, llegamos a un acuerdo de que ellos iban a poner la mano de obra y nosotros el material. En total gastamos $500.000 por el porcelanato. También repararon las grietas y por suerte hasta ahora no se dañó”, manifiesta.
También les pidió que le desmontaran las ventanas. “Los maestros de la constructora eran tan malos como las decisiones que se tomaban. Hasta ahora todas han sido soluciones parche: el agua sigue entrando. La situación nos daba mucha impotencia. Sabíamos que se podía dar la situación de que podía pasar con más años viviendo, pero no en el primero”, enfatiza.
¿Y han tenido problemas con roturas de cañerías como otros vecinos? “Sí, pero después. Ocurre que antes no pasábamos mucho tiempo en el departamento, ya que ambos trabajábamos. El flujo de la casa no era como cualquiera con más habitantes. Todo lo que es impermeabilización es malísimo. Tengo con humedad hasta la mitad de mi pared. Es más, hasta la humedad de mi vecina me pasa por acá y eso no debería suceder. No hay impermeabilidad. Las ventanas son las principales complicaciones”, insiste.
La comunidad presentó una demanda contra constructora Ramco y hoy están en un proceso judicial. “Me cuesta creer que tengamos que hacer tanto para demostrar el daño. Tendríamos que estar todos muy enfermos para mentir respecto a lo que está sucediendo. No es digno vivir pensando en que se te va a reventar una cañería. Hay muchos niños en el condominio y la humedad les afecta en términos de salud. Uno tiene la ilusión de que vas a vivir tranquilo. Pero esto ha sido muy humillante”.
Sigue: “La constructora está consciente de que esto estuvo mal hecho desde el comienzo. Se nota en la materialidad de las cosas: puertas, llaves, bisagras. Lo que espero es vivir tranquila, sin tener la incertidumbre de tener filtraciones”, cierra.
Hasta el momento, constructora Ramco no se ha pronunciado al respecto.
(Fuente: diarioinmobiliario.com)