Por José Ossandón
Periodista
Director de La Región Hoy
“No voy en tren, voy en avión / No necesito a nadie, a nadie alrededor/ No voy en tren, voy en avión / No necesito a nadie, a nadie alrededor / Porque no hay nadie que mi piel resista / Porque no hay nadie que yo quiera ver / No veo televisión ni las revistas, no veo ya nada que no pueda ser”.
Nuevamente nos volvemos a enfrentar. Es como si nos gustara el jueguito. Estar de un lado y de otro, y desde allá tirarnos pullas, piedras, escupes y cuánto elementos existen para mostrar nuestros colmillos limados.
Ayer fue el Sí y el No, después Büchi y Aylwin, luego el mal menor y al mal mayor, los buenos y los malos, los piolas y los desatados, los colocolinos y los de la U; los de la copa libertadores o la sudamericana, una es la novia de América y la otra de cartón, como si nos pasáramos la vida ganando trofeos.
Después, para no seguir paseándonos por las calles de esta historia chilena que es bien corta, pero morrocotuda, como diría el Sapito, llegaron los Apruebo y los Rechazo,
La cosa es que nos gusta la pichanga. Estar pateando la pelota para allá y acá, sintiéndonos vencedores, cuando al final el país siempre pierde en los últimos minutos: inflación, delincuencia, pobreza y desamor.
El desamor por nuestros procesos. Preferimos al final colgar los botines en el travesaño del arco antes de seguir jugando para adelante y ganar y celebrar en los camarines.
Hace un año estábamos todos de acuerdo que la Constitución de los 80 se debía cambiar por uno elaborado por el pueblo. Hoy los UDI y RN se sacaron los botines y tiraron el balón a la galería y se marcharon con las medias con hoyo, pero con la seguridad que viene otro torneo donde ahora sí la cancha estará pareja.
Faltan dos meses para el plebiscito de salida de la propuesta de una nueva carta magna y Chile Vamos, o Chile nos juimos, se bajó del Apruebo. Mario Desbordes, el Gandalf de la derecha demócrata post Estallido Social, se desmarcó del lote de los que querían una nueva carta de navegación para el futuro del país, y ahora es el guaripola de la tropa que quiere que cambiemos la cosa, pero no así, sino con los sospechosos de siempre.
La pregunta salta como conejo de una madrigera: ¿es necesario todo eso? ¿Es bueno soltar la pelota y en el desarrollo del partido darse cuenta que el equipo contrincante tiene oficio y dribling?
Desde mi perspectiva, hacer campaña del Apruebo y Rechazo es una pérdida de tiempo.
Creo que no hay tiempo para intentar dar vuelta la decisión de X persona si ya tomó una decisión sin haber leído el borrador.
No hay tiempo para que Y se siente a la mesa y se ponga a comparar la Constitución del 80 de Pinochet con el borrador de la Convención Constituyente si el Estado anda amenazando que si uno no se vacuna te cortan los permisos para salir a echar la talla, por último.
Cuando era niño nunca fui muy listo / Tocaba el piano como un animal / Yo sé que algunos piensan que soy mixto / Pero yo tengo personalidad.
No vamos en tren, tampoco en avión, como canta el gran Charly García.
Vamos en un triciclo a pedal donde los más seguro es que perdamos todos porque este rodadito de nuestra infancia no tiene la velocidad que estos tiempos nos exige.
Seguimos.
Claro que seguimos y seguiremos, con los de acá resistiéndose a los cambios y los de allá revolviéndolo todo.
Y los que quieren poner la pelota en el suelo terminan sentados en el pasto leyendo nuevas estrategias de juego que terminan en puras rayitas, número y dibujos.
El 4 de septiembre es el día en que todos votaremos si queremos o no una nueva Constitución.
Será obligatorio el sufragio.
No habrá Cadem ni brujas de la tele que pueda adivinar lo que pasará.
Solo habrá una certeza: seguiremos gritándonos de un lado a otro, como si estuviéramos en la feria.
Fotografía: Diario Concepción.