Por Luigina Pruzzo
Periodista y gestora turística
IORANA KORUA, música de ukelele y un tradicional collar de flores naturales colgado al cuello, volverán a ser parte de la alegre bienvenida de los Rapanui a los turistas nacionales e internacionales, que comenzarán a llegar en pocas semanas más al mágico Te pito o te henua u ombligo del mundo.
La isla lleva cerrada más de dos años, siendo uno de los destinos turísticos más importantes de nuestro país, y no sólo por su inigualable belleza natural, sino que también por la magnífica cultura ancestral que se vive en cada rincón de ella y que es reconocida y apetecida por viajeros de todo el mundo, un verdadero patrimonio de la humanidad.
El cierre de los vuelos y de los servicios turísticos en Rapa Nui por la pandemia, han sido un tremendo golpe económico, emocional e incluso humanitario, generando en gran parte de sus habitantes el sobrevivir como única alternativa.
Los emprendimientos turísticos y afines, al igual que las pymes del continente, fueron los más afectados y son quienes representan el 75% de la actividad económica de la isla, siendo además la principal fuente generadora de empleos, por lo que la situación ha sido tremendamente adversa.
Después de este duro tiempo, y ad-portas de una anhelada reapertura, vemos inexplicablemente que los emprendedores del turismo no cuentan hoy con ninguna ayuda económica por parte del Estado para impulsar y reactivar su actividad, ya que es de toda lógica entender que después de un prolongado cese, no hay capital económico alguno para volver a funcionar.
Es un hecho que, las más de 500 pymes registradas en la isla, han tenido que re pactar sus créditos bancarios hasta 3 veces y sin poder contar actualmente con la garantía de volver a pedir otro para preparar sus negocios y comenzar a operar; sin ni siquiera pensar en las tasas de interés.
El funcionamiento de los establecimientos turísticos y operadores de servicios considera una inversión previa para poder abrir, una acción que no puede seguir esperando, como tampoco la reprogramación de los compromisos financieros que no hubo posibilidad de cumplir durante la pandemia.
Por una parte, la compra de insumos para el sector gastronómico, sumado al transporte de carga que debe recorrer 3900 kilómetros, y que por lo demás superó los cinco mil pesos por kilo, es una realidad.
La mantención y reparación de los establecimientos de alojamientos, considerando el deterioro en su infraestructura y equipamiento, consecuencia de estar casi tres años cerrados, es innegable. Y la recontratación de personal, aunque sea mínimo es necesario para poder funcionar.
El aporte económico es determinante para reactivar el turismo de Rapa Nui y para eso se necesitan recursos frescos garantizados y aportados por el estado.
¿Hay algún subsidio ya disponible para Rapanui, con traspaso previo a la apertura?
Es de imaginar que nuestras autoridades están listas para implementar un plan.
Otro de los temas relevantes y urgentes a considerar, es cómo se fiscalizará y se hará efectiva la Ley de Migración, que, si bien fue creada por una necesidad imperiosa de regulación, cuidado ambiental, capacidad de carga, seguridad y control por la fragilidad del destino, en la implementación no se cuenta con herramientas efectivas para el control exhaustivo de ingreso y salidas, generando discordancias principalmente con la contratación de mano de obra y personal de servicio. Por esta razón, lo que se requiere a la brevedad, es un plan de acción por parte de los actores e instituciones que correspondan y evitar que se descontrole la llegada de nuevos habitantes.
No olvidemos que la maravillosa Rapa Nui pertenece a la región de Valparaíso y la coordinación local debe ser inmediata, eficiente y planificada. No podemos seguir de espectadores ante tal situación de crisis y abandono del Estado. No lleguemos después sólo a la foto.