Que el Presidente Gabriel Boric haya citado a las poetas Elvira Hernández y Stella Díaz Varín en su primera cuenta pública, no es casualidad. Tampoco que transmita en su hablar, pensamientos y sentimientos poéticos, históricos y filosóficos, porque ellos dan cuenta de la complejidad humana y su devenir. ¿Por qué ocurre esto? Porque la relación entre el lenguaje poético y el político no es nueva.
Así lo afirma el doctor Juan Pablo Reyes, académico de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), quien comenta que, desde el comienzo de la República de Chile, los gobernantes se inspiraron en intelectuales franceses del siglo XVII y XVIII, fundadores de la República de las Letras, base del enciclopedismo ilustrado, para hacer sus discursos.
Es más, al pasar del siglo XIX al XX, el académico comenta que continuó con fuerza la relación entre el hablar de poetas y políticos, esta vez, principalmente eran dramaturgos y versistas que tematizaban literariamente los conflictos sociales. Teatro y lira populares, principalmente.
Nueva identidad
Tras estos períodos, nuestro país empezó a forjar una identidad latinoamericana y nacional a través de los discursos gubernamentales y editoriales que publican, difunden y enseñanza las obras de escritores de cuentos y novelas, representados en el costumbrismo y criollismo, y comienzan así a aparecer las vanguardias poéticas, como las de Gabriela Mistral, Pablo De Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda.
“Después de los años 60, comienzan a surgir voces en la literatura y en la política que dan cuenta de una sensibilidad e intelectualidad distintas a la anterior, frente a lo social y cultural. Saliendo de la Segunda Guerra Mundial, Chile entra de lleno a la Guerra Fría, a partir del año 1973, y surge la literatura del exilio y su soledad, la novela testimonial y sus horrores, y la patria marginada presente en la prosa poética de Diamela Eltit. El Neruda clandestino y asesinado y la poesía comprometida y panfletaria”, comenta Reyes, quien agrega que se escucha al poeta de la urbe, Rodrigo Lira, que relata el Santiago del apagón cultural de los años 70 y 80, en un gran grito político.
Retrato de los perseguidos
En los 90 y hasta las actuales décadas se le da tribuna y honor a los y las poetas que estaban censurados y perseguidos por su tendencia política.
Un retrato de ello, en parte, lo hace el poeta y novelista Alejandro Zambra en su libro Poeta chileno, relato de un poeta chileno acerca de los poetas en un contexto político familiar, propio de las últimas décadas del siglo XX en nuestro país. Por otro lado, Reyes comenta que Lemebel y la diversidad sexual se vuelcan a esta expresión artística de la palabra. En los albores del siglo XXI, lenguaje, cuerpo y violencia son la temática por desarrollar, también en los discursos políticos de las minorías excluidas hasta entonces.
Se trata —dice— del poder de las palabras y las palabras del poder, unidas en la retórica, la elocuencia y la declamación. Y es que, en épocas violentas, se necesitan discursos proféticos, liberadores. El arte de dirigir la palabra al público sobre todo a uno tan abstracto y, a la vez, tan concreto, de carne y hueso, como es el pueblo, la muchedumbre, los y las ciudadanas.
“En cierto modo, cuando se unen poética y política, en una misma persona, se produce un predicador que debe guardar las proporciones entre la emoción, el sentimiento, la pasión y la razón, la voluntad y el juicio. No es una tarea imposible para alguien, como el presidente actual, que de seguro formó (¿forma?) parte de alguna sociedad de poetas (como en la película, la sociedad de los poetas muertos), que es un lector de prosa y verso, al mismo tiempo que escritor de poemas y practica el lenguaje de los tres poderes del Estado: el jurídico, legislativo, ejecutivo”, dice Reyes
El académico concluye que los niños, niñas y adolescentes serán los más beneficiados en sus habilidades lectoescriturales, si es que logran sentir ese amor que el Presidente Gabriel Boric transmite cuando cita pensamientos y sentimientos poéticos, históricos y filosóficos, que dan cuenta de la complejidad humana y su devenir, porque claramente —advierte el lingüista— no solo es importante lo que se dice, sino cómo se dice.