Por Silvio Becerra Fuica
Profesor de Filosofía
El tema de la delincuencia no es algo nuevo, pues si miramos retrospectivamente al pasado, nos encontraremos con manifestaciones de esta, que la convierten en un asunto tan antiguo como la historia misma del hombre, que en cada época se traduce, o se presenta con diferentes matices, según sea el grado de desarrollo de justicia social y económico de cada sociedad.
Lo anterior es un incentivo para despertar nuestro interés por investigar esta anomalía social, la que ha ido manifestándose hasta los tiempos actuales; donde las relaciones sociales se van tornando cada vez más complejas, lo que, en concomitancia con otros problemas de la modernidad, enquistados en la sociedad, como por ejemplo el mundo narco, las drogas, el tráfico de armas, la prostitución, la desigualdad y otras; las que en su conjunto son la cuna que ofrece las máximas posibilidades paras la generación de la delincuencia.
Hablo de anomalía social, pues es sabido que el propósito de toda sociedad es lograr que el relacionamiento de todas las personas y agrupaciones de personas que forman parte de esta, tengan como soporte principios fundamentales que apunten a la búsqueda del bien común, o sea el bienestar de todos.
No obstante esta impronta, en todas las sociedades a través del tiempo, han existido pequeños grupos de personas que no se acogen a estos principios, funcionando de manera distinta al resto de la sociedad, lo que los ubica en un estado de desarraigo tal, que los impele a llevar a cabo acciones que complican a la vida de los ciudadanos en su cotidiana normalidad; me refiero a la delincuencia, que tiene sus propios fines, los que evidentemente por estar reñidos con el modo de vida de una gran mayoría que se afirma en el cumplimiento de un estamento legal vigente, quedan de inmediato como infractores a la ley, y por tal motivo se les persigue y se les aplica esta ley, la que se supone debería poner fin a esta forma de vida delincuencial .
En este contexto, es sabio hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué algunas personas delinquen y no pueden ser parte de la sociedad como el resto de las personas?
Sin duda la respuesta a esta pregunta no es fácil en una primera instancia, pues la delincuencia, tiene tras de sí complejas causas que la originan, las que permanecen invisibles al entendimiento, causas que nadie se ha preocupado por descubrir e investigar, pues siempre será más fácil quedarse con la acción inmediata de reacción ante el delito; lo que a los ojos de la ley es lo que se debe hacer cumplir.
Pero, esta forma de enfrentar la delincuencia —que es un fenómeno social- es una forma muy particular de solucionar un problema -acción y reacción—, que probablemente termine con el delincuente en la cárcel, pero que en esencia lo único que logra, es solucionar en parte un caso específico de delincuencia, pero que en la universalidad de lo que conlleva la delincuencia, ésta permanece intocada, pues, como ya se dijo, al ser la delincuencia un producto social, su estudio y sus soluciones deben ser abordadas con una mirada y un prisma diferente, no basta solo con la represión, se debe buscar las causas que la originan y actuar en consecuencia.
Desde la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, la delincuencia y sus relaciones asociadas —en gran escala—, han tenido un crecimiento exponencial, de modo tal que han pasado a ser parte de un poderoso poder, que se maneja en la oscuridad, y cuyas verdaderas causas permanecen en la más completa invisibilidad, lo que se convierte en el primer obstáculo para las autoridades, impidiéndoles tomar acciones preventivas, que les permitan enfrentar de mejor manera a este flagelo, que por ser un fenómeno de fuertes implicaciones sociales, se convierte en un hueso duro de roer, que para su consumación requiere de una potente y clarividente planificación, desde la multidisciplinariedad.
En este contexto, y centrándonos en la realidad de nuestro país, nos encontramos en una situación de lamentar, dado que poco a poco la delincuencia se está siendo carne en nuestra sociedad, alcanzando logros que en oportunidades sobrepasan a la acción de la autoridad en general.
Modelo neoliberal
En lo que nos toca, como país, podemos decir que una de las causas actuales de esta realidad delictual, la podemos encontrar en la aplicación, hace ya más de cuatro décadas, del modelo neoliberal, que como es sabido, antepone las medidas económicas, por sobre las sociales, las que se convirtieron en la mejor de las incubadoras, para el acrecentamiento del delito.
La experiencia nos ha demostrado que en este modelo, se genera un ambiente, en el que solo algunos logran sin tapujos, el acceso al bienestar económico, mientras que otros, la gran mayoría, solo se quedan en una permanente aspiración, de poder alcanzar algunos mejoramientos en sus condiciones de vida; llegándose a la expresión máxima, en términos de desigualdad e injusticia social, que sería uno de los detonantes del día 18 de octubre de 2019, que trajo a nuestro país los lamentables hechos de acción destructiva e irracional, que gravaron fuertemente los bienes públicos y privados.
Los últimos cuatro gobiernos, más el actual, han tomado como bandera de lucha, el terminar con la delincuencia; difícil tarea que solo ha entregado magros resultados, sin que se haya logrado mellar en lo absoluto, la existencia y la esencia misma de la delincuencia.
Por las razones antes mencionadas y teniendo en cuenta los anuncios hechos por el gobierno, tendientes a la prevención del delito, es deseable que todas las medidas pensadas en este sentido, pudiesen ser integrales, con el fin de no quedarse solamente en el ámbito de la represión —reactiva—, sino que también logre adentrarse en el estudio de las verdaderas causas de la delincuencia, de modo tal, que se ataque en forma sistemática a la enfermedad y no se permanezca en el mero tratamiento de sus síntomas.