Por Bianca Puntarelli
Académica de la carrera Terapia Ocupacional
UNAB Sede Viña del Mar
En la actualidad, existe consenso en diferentes ciencias y disciplinas al considerar que el juego es la base del aprendizaje, el traspaso cultural y el desarrollo socioemocional de los niños y niñas. Esa es su principal ocupación, y es clave en la formación de hábitos que se reforzarán en el tránsito de todo su ciclo vital.
Sin embargo, desde el inicio de la pandemia por coronavirus, la mayoría de los espacios facilitadores del juego colectivo fueron restringidos en su totalidad, por las medidas sanitarias del contexto global.
Los juegos cooperativos en los barrios y espacios cotidianos que, incluso antes de la pandemia eran escasos debido a factores como la inseguridad y extensas jornadas laborales de padres y madres, disminuyeron significativamente, y con esto la posibilidad de compartir sentimientos y emociones de una forma más espontánea y transparente entre pares en un entorno de confianza, donde los vínculos que se generan, permiten gestionar más fluidamente la resolución no violenta de conflictos y regular las emociones y frustraciones.
Asimismo, las escuelas; contextos de transferencia cultural donde el juego se presenta de manera espontánea y otras veces normada; fueron cerradas, y reemplazadas por la virtualidad. Por lo tanto, en este día de la niñez, es fundamental relevar la reivindicación de sus derechos, donde la obligación se centra en la disposición activa del mundo adulto para facilitar y participar en experiencias de juego, en donde todos tengan la posibilidad de jugar libremente, sin prejuicios y estereotipos respecto a explorar, descubrir y crear con los niños y niñas.
En este intempestivo y tan accidentado retorno, no es tarea solo de la escuela intencionar los juegos desde una perspectiva más estructurada, porque las familias, al ser quienes transmiten valores y habilidades esenciales que durarán toda la vida de niños y niñas, también cumplen un rol protagónico en el desarrollo de estas instancias de juego, favoreciendo la adquisición de aprendizajes.
No hay tiempos establecidos para jugar, pueden ser desde minutos hasta horas, según la sensación de diversión y placer que otorgue la experiencia. Tampoco hay diferencia entre jugar y aprender, solo se necesita motivación para participar en un juego, ya sea libre o estructurado.
Para jugar basta mirarnos, escucharnos, permitirnos abandonar el celular sin culpa, buscar en nuestros recuerdos, las sensaciones y emociones más significativas jugando, recrear las experiencias que nos permitieron compartir con nuestros pares y adultos en entornos de sana convivencia.
Juegos de cacería, persecución, de imitación y competencia, de roles y de mesa. Canciones y adivinanzas, cuentos y trabalenguas, son juegos mucho más baratos que las consolas o las tablets y siempre nos pueden sorprender con sus beneficios.