Cerró de forma maravillosa. Sin fuegos artificiales ni sangre ni besos apasionados, pero el último capítulo de Better Call Saul es para enmarcarlo, sinceramente. Terminó como lo esperaba, no sé si tal, pero sí a Kim Wexler y a Jim McGill juntos, fumándose un cigarrillo en silencio, desde la boca, porque sus mentes son almas gemelas: no paran de pensar.
BCS terminó con todos los ingredientes que esperábamos en la cena final, quizás nos sorprendió la redención de Jim. Dejar atrás a Saul para asumir sus pecados, sus delitos; asumir que es un delincuente y que mejor está encerrado.
En medio de criminales, que es ahí donde McGill mejor respira, mejor se mueve.
Better Call Saul no es mejor que Breaking Bad ni esta a la primera: BCS y BB son brazos de un mismo cuerpo, de una misma genialidad de parte de Vince Gilligan. Ojalá nos traiga nuevas creaciones, de las que sean, películas, series, cortos, dibujos…
Nada más que rendirse a esta maravilla cinematográfica: la pandemia y las cuarentenas valieron la pena con las mañas de Saul Goodman.
«¡Salud Goodman!».
(No escribiré más porque me cargan los spoiler).