La agorafobia es un trastorno psiquiátrico que está en el rango de los trastornos de ansiedad y alude a un temor intenso a ciertos lugares, donde la persona se siente vulnerable, con dificultad de escapar y donde tiene tendencia a sufrir una crisis de pánico o cree que quedará en vergüenza por alguna situación anticipatoria, como pensar que se pueden orinar o vomitar frente a la multitud.
El término agorafobia fue acuñado por el neurólogo y psiquiatra alemán Carl Westphal en 1872. Su origen deriva de las palabras griegas “agora”, que significa plaza, y “phobos”, un temor intenso a ciertas situaciones u objetos.
La psicóloga clínica Paulina Estay, académica de Psicología Advance de la Universidad San Sebastián explica que se han definido ciertos lugares en los cuales las personas podrían sentir ese miedo, pueden ser espacios públicos abiertos (plazas, calles, etc.), cerrados (malls, cines, etc) o con mucha aglomeración (conciertos, etc). “En lo distintivo, son lugares en los que la persona que padece agorafobia se siente fuera de control, con dificultad de poder escapar, con mucha ansiedad, angustia y una sensación de no disponer de ayuda”.
Las personas con agorafobia pueden llegar a experimentar crisis de pánico, momentos de ansiedad extrema que se manifiesta a través de diferentes síntomas, como taquicardia, sudoración, temblor, sensación de falta de aire, presión en el pecho, molestias intestinales, náuseas, mareo, sensación de desmayo inminente, cambios de temperatura, hormigueos y, por último, miedo a perder el control o incluso a morir.
Si bien no existen datos actualizados en Chile, estudios previos a la pandemia constatan una prevalencia que alcanza el 6% de la población. En Estados Unidos, las consultas por agorafobia han aumentado cerca de un 15% tras la pandemia, mientras en España algunos medios aseguran que el incremento es de un 30%.
la académica explica que el tratamiento dependerá del nivel de la severidad de la agorafobia y en cuánto afecta al estilo de vida de la persona; si es muy inhabilitante o no, lo podrá determinar el paciente junto con el psicólogo, quien confirmará la necesidad de propiciar psicoterapia o si se justifica un eventual tratamiento psiquiátrico con fármacos, que le permita tener un estilo de vida saludable.
De todas maneras, para quienes pueden sobrellevar esta fobia, se pueden aplicar ciertas herramientas en pos de mejorar la calidad de vida. Hacer ejercicio, comer saludablemente, tener una buena red de apoyo y mantener rutinas estables puede aliviar la agorafobia, “pero a veces eso no la alivia del todo sino que la deja encapsulada, como en un paréntesis. Por lo tanto, a mí me parece que si el paciente habiendo realizado otras técnicas de vida saludable, continúa con la angustia intensa que supone la agorafobia, es importante que solicite ayuda psicoterapéutica”, advierte la académica.